Me encanta esta Bicicleta, por lo que provoca al leerla, y por las sensaciones y olores y recuerdos que trae a la mente y al corazón, al terminar su lectura.
Las vacaciones de la infancia olían a mangos maduros, anoncillos rosados y agua de los ríos. Mi madre organizaba una especie de tur hacía unas charcas cristalinas bajo la foresta exuberante. Preparaba un alijo con panes, pomos de jugo y otras chucherías, nos levantaba temprano y hacíamos esa excursión que culminaba casi al caer la noche.
Eran dos meses espléndidos, con abundancia de tiempo para jugar al aire libre y disfrutar de una programación televisiva que para la etapa veraniega ocupaba mucho más espacio que los pequeños horarios dedicados habitualmente a los niños el resto del año, en los dos únicos canales de entonces.
Se vivían intensamente aquellas ocho semanas y los intereses cambiaban de un año a otro, en dependencia de la edad. Los primeros veranos resultaban totalmente infantiles, pero luego aparecían motivaciones adolescentes y más tarde juveniles. Por aquellos mismos trillos donde arrastrábamos carritos o jugábamos a los…
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