Por Luis A. Montero Cabrera

La crisis de octubre ha sido utilizada como una escusa de Estados Unidos para convertir a Cuba en una “amenaza”. Foto: Cubadebate/ Archivo.
Si se le pregunta a un ciudadano medio en España acerca de lo que piensa de las políticas esclavistas practicadas durante las épocas coloniales en América, probablemente responderá que fueron acciones típicas de otras naciones europeas en nuestras tierras. Ningún país desea manchar la historia propia para educar a sus hijos con hechos tan negativos como ese, sobre todo a la luz de la ética imperante en nuestros días. Unos cubren menos estas manchas históricas, otros más, siempre en el interés de que se sienta un sano orgullo de la nacionalidad.
Por supuesto, a quienes elaboran las historias oficiales que se imparten en las escuelas deben tener cada vez más cuidado de expresar la verdad y ser creíbles. Cuando las verdades son incómodas lo único ético es decirlas con el correspondiente lamento y disculpa. Cualquier ciudadano del mundo puede hoy en día acceder a muchas fuentes de información en la red de redes y enterarse de hechos que sean evidentes y que pueden haberles sido ocultados durante su educación básica. Las consecuencias de esto son mucho peores porque entonces la gente duda de todo lo que les impartieron en la escuela.
Hay verdades descarnadas. La esclavitud en la península ibérica fue una práctica de mayor o menor importancia económica y social desde los tiempos de la dominación romana, que la trajeron como herramienta de desarrollo económico para las clases privilegiadas. Transitó por todas las formaciones sociales post-románicas con muy diversas modalidades. Su expresión más conocida fue quizás la esclavitud americana donde tanto aborígenes como africanos y asiáticos, importados como mano de obra, suplieron necesidades de las minorías dominantes a partir de formas de propiedad de unos seres humanos por parte de otros.
Nuestra historia si nos enseña la esclavitud como mancha indeleble y sabemos que solo en 1886 fue que se pudo abolir oficialmente. Fue nuestra tierra durante muchos años centro de trata, más o menos legal según la época, y está bien documentado que el tráfico de personas también tomaba nuestra isla como punto de distribución para las “necesidades” de la creciente economía de los actuales territorios de los EEUU. Un expresidente del gobierno español honrado con un nombre de calle en Madrid, Leopoldo O’Donnell, fue también Capitán General en Cuba. Durante su gobierno en la isla aplastó una conspiración antiesclavista con tormentos usando el “innovador” instrumento de escaleras como asiento del torturado, dejando en nuestra historia el curioso nombre de la “conspiración de la escalera”. Algunos afirman que a O’Donnell le interesaba mucho controlar ese negocio ya que parece que por cada “pieza” desembarcada recibía 51 pesos de los traficantes. Pudo haber acumulado hasta 500 mil pesos durante su estancia en la isla, lo que era una gran fortuna en esa época. Pocos españoles conocen de esto con algún nivel de detalle.
El engaño sistemático a los pueblos puede trascender las épocas donde la comunicación no era tan eficiente. En los tiempos recientes, una gran parte de los norteamericanos ha oído hablar de Cuba solo porque en 1962 tuvo lugar la crisis de los cohetes soviéticos asentados en nuestro territorio. Un proceso complejo de relaciones políticas que se fue tejiendo desde el mismo triunfo de la Revolución Cubana condujo a aquellos hechos.
La hostilidad demencial de los sectores de poder en los EEUU impulsados tanto por las ideas de la guerra fría como por los temores de pérdida de privilegios económicos a escala continental nos colocó en una situación en que se vieron enfrentadas directamente las dos grandes potencias nucleares, tomando como escenario nuestro archipiélago.
Esa situación ha sido explotada propagandísticamente en el país del norte como que Cuba representó y sigue representando un peligro para ellos. El razonamiento, a todas luces ridículo, de que una pobre isla bloqueada sea un peligro armado para el gigante norteño tiene una increíble presencia aún en los medios y en las palabras de algunos de sus políticos. La lógica y fría realidad indica todo lo contrario: son las acciones de ese gobierno extranjero las que han sido durante mucho tiempo una amenaza permanente para nosotros. Pero eso no cuenta para sus “historias oficiales” porque somos demasiado pequeños y poco eficientes en nuestra capacidad de penetración de los medios norteños como para demostrarlo con la debida efectividad al gran público.
Es esa la principal justificación del bloqueo ante el ciudadano común. Por eso para alguien allá no es tan escandaloso que se le restrinjan sus libertades individuales y no se les permita venir libremente. Se llega a la ridiculez de decirles cual marca de refresco de soda pueden consumir y cuál no sobre la base de que una sea producida o no por una organización militar asociada a un ejército que se les presenta como “enemigo”. Pueden además inventar cualesquiera otros pretextos destinados a públicos más cultos, como el tan manipulado, insultante e injusto de los derechos humanos, con la complicidad de algunos empleados locales.
La norma es el engaño masivo, que en este caso también ha pasado a los libros de historia elemental de ese país. La única forma de destruir este engaño masivo será logrando que los ciudadanos de ese país vengan libremente, se relacionan sin restricciones con los cubanos comunes, intercambien normalmente información en las redes sociales, y también establezcan una intensa y debida colaboración académica. Por ello es eso lo que más les interesa prohibir y también debería ser lo que más nos interesara promover, por todos los medios y sin restricción alguna. Las consecuencias pueden ser demoledoras para el bloqueo y para la voluntad de millones de ciudadanos comunes y honestos en ese país al comprobar que la “verdad” que les vendieron acerca de nuestra enemistad era una gran mentira. Y lo peor será que muchos se pregunten cuantas otras mentiras les habrán dicho.
Tomado de Cubadebate
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