Rolando Rodríguez
El día de 1908 en que el general Cipriano Castro, presidente de Venezuela, embarcó en La Guaira para llegar a Suiza, en busca de un remedio urgente para sus riñones hechos ripios, no podía soñar con que se convertiría en piedra errabunda, sin retorno. Sin embargo, así sería, no a causa de la enfermedad que lo envolvía en fiebres triturantes, sino porque su compadre, el vicepresidente de la república, general y andino igual que él, Juan Vicente Gómez, le quitaría la poltrona presidencial. El motivo del cuartelazo era transparente: Cipriano Castro se había negado a liquidar la deuda externa venezolana, y únicamente había firmado una conciliación con las potencias acreedoras después de que barcos de guerra ingleses, alemanes e italianos, bombardearon Maracaibo y Puerto Cabello, y más tarde los estadounidenses lo presionaron para que pactara el pago. Pero, sobre todo, influyó en el golpe de Estado su…
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