La pretendida comparación de la Constitución que los cubanos refrendaremos el 24 de febrero próximo con millones de Sí, con la llamada Carta Democrática de la OEA, fue un gran fracaso.
Por Juana Carrasco Martín
Este martes, en Washington, en la sede de la Organización de Estados Americanos —más conocida por sus siglas de OEA y por el epíteto muy bien puesto con el que la calificamos los cubanos desde 1962: Ministerio de Colonias Yanqui— se armó un show con desprestigiados personajillos de la «disidencia», convocados por el desacreditado secretario general, Luis Almagro.
La concurrencia daba grima, tan escasa como los «argumentos» para comparar la Constitución que los cubanos refrendaremos el 24 de febrero próximo con millones de Sí, con la llamada Carta Democrática de la OEA, la esgrimida para intervenir donde quiera que en la Casa Blanca consideren necesario reprimir soberanía e independencia.
La provocación inaceptable fue un gran fracaso. Ni cierta prensa que les sirve habitualmente de caja de resonancia les pudo hacer mucho caso y, como decimos en buen cubano, tirarles un cabo. Pero en las redes sociales los inundó un buen aguacero de sólidos argumentos por los cuales los cubanos nos daremos el texto Magno.
Sin embargo, la respuesta oficial de Cuba no se podía hacer esperar, para que no vayan a creerse que estamos con la guardia baja, aunque a decir verdad, ni Almagro, ni la OEA, ni los mercenarios que le secundan, merecen la pena de un extenso comentario. Con una sonada trompetilla, basta.
Tomado de Juventud Rebelde
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