Luis Almagro se sabe enredado en su aspiración de continuar como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), precisamente cuando se avecinan elecciones en esa nefasta institución regional. Asustado está y, por eso, como para que no lo dejen fuera, volvió a usar el tema Venezuela cuando, en una dosis sorprendente de genuflexión, cuestionó las actuales conversaciones entre Gobierno y oposición y se arrastró hasta su amo afirmando que «el diálogo no servirá si Estados Unidos no presiona».
Por Elson Concepción Pérez

El pueblo venezolano rechaza las injerencias de Luis Almagro y la nefasta OEA en sus asuntos internos. Foto: TELESUR
Por supuesto, él sabe muy bien que el bloqueo, las sanciones y todo lo que hace el Gobierno de Donald Trump contra la Isla de la dignidad y la resistencia le puede aportar aplausos de parte del actual equipo de halcones de la Casa Blanca, y pide a gritos «presionar a Cuba».
Sabe muy bien este personajillo que los cubanos no queremos saber de él y mucho menos de su OEA. Y como Venezuela ha decidido salirse de ese circo, le pide a sus amos de Washington «presionar a Cuba para que no siga apoyando a Maduro».
«Que el proceso de diálogo tenga éxito dependerá esencialmente de la presión que Estados Unidos ponga sobre todos los factores fundamentales que oprimen al pueblo venezolano: el factor cubano y el factor de la lógica criminal y usurpadora de Nicolás Maduro», exclamó el representante de la peor fauna continental.
Irrespetuoso con las autoridades de Noruega, país mediador en el proceso de diálogo actual, llegó a exclamar que «más de lo que se negocie sobre la mesa, más que la negociación, si sale algo de ahí va a ser por la presión y otras amenazas de Estados Unidos».
Y, como asalariado de Washington que es, aseveró: «Nosotros tenemos que continuar con el proceso de presión. Más sanciones y más amenazas creíbles sobre los elementos criminales de la dictadura».
No debe olvidarse que todas estas infamias antilatinoamericanas, las expresó Almagro en una conferencia de prensa, junto al enviado estadounidense para Venezuela, Elliott Abrams.
Una vez más, apegado a la orden de quienes lo gobiernan y le pagan en Washington, el secretario general de la OEA se desnudó de su casaca y apostó, no por el diálogo, sino por la intervención directa de EE. UU. en el tema Venezuela.
A Almagro solo le falta un casco y un fusil para exigir, más que pedir, una intervención armada en la nación bolivariana.
Mientras esto ocurría, en el mismo corazón del imperio, el Gobierno de Trump, al que responde Almagro, emprendía una verdadera cacería de inmigrantes en varias ciudades fronterizas del país y amenazaba con una expulsión generalizada de indocumentados.
Almagro, a quien parece habérsele olvidado que esos inmigrantes son en casi su totalidad de países latinoamericanos, la gran mayoría miembros de la OEA, no se le ocurrió expresar siquiera preocupación por ciudadanos a los que se supone, represente.
Tomado de Granma
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