Por Abel Prieto
La revista Orígenes se publicó en La Habana entre 1944 y 1956 y nucleó a un grupo de grandes poetas, pintores y músicos. Su líder fue José Lezama Lima, creador de un sistema poético sorprendente y de una obra de alcance universal. El poeta, narrador y ensayista Cintio Vitier, un miembro clave del grupo, le dio coherencia teórica con textos imprescindibles. El respaldo de José Rodríguez Feo, un crítico sagaz y culto, de familia adinerada, codirector con Lezama de la revista, permitió financiarla y lograr colaboraciones de reconocidos intelectuales extranjeros.

José Lezama Lima. Foto: Archivo de Granma
Lezama y Cintio eran católicos, estudiosos fervientes de Martí, conocedores de nuestras raíces históricas y culturales y enamorados de Cuba. Como el resto del grupo, aborrecían la traición a la República martiana que se escenificaba día a día en el país, la corrupción reinante, la subordinación a los yanquis y el carnaval de la politiquería.
No se integraron a ningún partido o movimiento político y prefirieron dar la batalla en otro plano contra lo que llamaban «la desintegración» de los valores nacionales. Levantaron en medio del caos una imponente Catedral de palabras, arte, cubanía y resistencia. Estaban convencidos (con razón) de que aquel proyecto constituía una importante siembra espiritual para la patria. Aunque los pícaros contemplaban con desprecio lo que hacían, como algo inútil, absurdo, irrentable, los origenistas proseguían con tenacidad su tarea de acumulación cultural trascendente.
En la revista Lezama destaca en el propio año 1953 «la viviente fertilidad» de la «impulsión histórica» de Martí, como un anuncio de «nuevos actos nacientes». Una curiosa profecía.
El heroísmo de los jóvenes protagonistas del 26 de Julio, la sangrienta venganza del dictador, el ejemplo que dejaron los asaltantes en el marasmo republicano, el hecho de que Fidel proclamara al Apóstol autor intelectual de la acción armada, estremecieron al grupo Orígenes y a todos los cubanos dignos. Años más tarde, Lezama y Cintio evocarían la gesta memorable.
En El 26 de Julio: imagen y posibilidad Lezama empieza recordando el pasaje de la Odisea «donde Ulises desciende a las profundidades para ver a su madre muerta». Trata de acercarse al espíritu; pero este le dice: «hijo, no permanezcas más en este sombrío valle, asciende pronto hacia la luz». Según Lezama, «ese ascender hacia la luz es el acierto de la posibilidad», es decir, la ruptura de los fatalismos y una perspectiva de resurrección, de liberación.
Caracteriza luego el desaliento de un pueblo que luchó 30 años contra el dominio español, el golpe bajo de los yanquis para arrebatarle la victoria y el significado que tuvo el 26 de Julio en términos morales y míticos: «Se decía que el cubano (…) estaba desilusionado, que era un ensimismado pesimista, que había perdido el sentido profundo de sus símbolos. Como una piedra de frustración, el cubano contemplaba a Martí muerto, expuesto a la entrada de Santiago de Cuba, o a Calixto García obligado a quedarse contemplando las montañas, sin poder entrar en la ciudad. Pero el 26 de Julio rompió los hechizos infernales, trajo una alegría, pues hizo ascender como un poliedro en la luz el tiempo de la imagen, los citareros y los flautistas pudieron encender sus fogatas en la medianoche impenetrable».
Aquel ruego del espectro de la madre de Ulises («hijo, asciende pronto hacia la luz») está en el mensaje emancipador del 26 de Julio: el pueblo cubano recupera «el sentido profundo de sus símbolos»; Martí renace; Calixto García, con los nuevos mambises, rompe la maldición que le impedía acceder a la ciudad; se fecundan mutuamente dos conceptos centrales de Lezama: «la imagen», la poesía, la creación, y «la posibilidad», la luz, la esperanza, la historia redimida.
En Ese sol del mundo moral de Cintio Vitier, escrito bajo la óptica martiana, hay muchas referencias al 26 de Julio. Considera a La historia me absolverá «una pieza ética de primera magnitud, epílogo del asalto al Moncada… prólogo al desembarco del Granma y a la campaña de la Sierra Maestra».
El 26 de Julio fue para él un capítulo decisivo de la pelea del pueblo cubano contra los demonios del Imposible. Más tarde, con el triunfo de enero de 1959, declara: «La patria, que estaba en los textos, en los atisbos de los poetas, en la pasión de los fundadores, súbitamente encarnó con una hermosura terrible, avasalladora… Y todo lo que parecía imposible, fue posible».
Tomado de Granma
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