Por Jorge Wejebe Cobo

Foto: Osval
En julio de 1989, el senador estadounidense Connie Mack propuso al Senado una enmienda para prohibir a compañías subsidiarias de firmas norteamericanas comerciar con Cuba, la cual resultó aprobada. No llegó a convertirse en ley de inmediato porque, entre otras causas, afectaba a algunos socios comerciales de EE. UU. y otros intereses dentro de la política interna del país.
No obstante, la tarea de Connie Mack estableció un antecedente importante para las futuras legislaciones Torricelli y Helms-Burton. Mack fue un aliado estratégico de la mafia cubano-americana y pionero en llevar adelante su ofensiva dirigida a arreciar el cerco económico, financiero y comercial contra Cuba.
En realidad, las legislaciones Torricelli y Helms-Burton fueron elaboradas en gran parte por la Fundación Cubano Americana, principal organización contrarrevolucionaria que, de esa forma, pensaba y piensa aún derrotar a la Revolución y restituir el capitalismo en Cuba, para devolverle las riquezas del país a los intereses estadounidenses y a sus servidores nacionales.
Esas esperanzas de revancha oportunista se justificaban, además, en el contexto internacional caracterizado por lo que parecía la victoria inminente y definitiva del imperialismo a escala mundial. Para 1989 el campo socialista y la URSS, esenciales aliados y socios comerciales de Cuba, transitaban por su crisis final hacia la desintegración que incluyó al propio país soviético en 1991.
En ese escenario, muchos en el mundo tenían pocas esperanzas de que Cuba resistiera, aislada y sin más de la mitad de sus relaciones comerciales, sin créditos financieros, casi sin combustible y con dudosos nuevos mercados para sus productos.
La estrategia entonces del Gobierno estadounidense y de sus aliados era cortar cualquier posibilidad a la Isla bloqueada y condenar al hambre y a la miseria al pueblo, para provocar lo que creían el inevitable descalabro del socialismo y crear las condiciones para una intervención militar.
El júbilo embargó a muchos enemigos de la nación, que hicieron sus maletas para su regreso triunfal y desde Miami se pidieron días de licencia para matar revolucionarios, bajo la tutela de los marines.
Pero la historia, para frustración del imperio, fue otra, aunque persisten aquellos viejos sueños en la actual administración estadounidense, donde representantes de la mafia cubanoamericana influyen con fuerza en la política sobre Cuba.
En la actualidad se superó con creces aquel inicio del viejo Connie Mack, con la aplicación del Título iii de la Helms-Burton, pero a este instrumento de la vieja política agresiva también, como en el pasado, le espera la derrota.
Tomado de Granma
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