Por Arthur González

Las manifestaciones que en estos días se realizan en Estados Unidos, demuestran un despertar en la conciencia ciudadana, dormida desde las protestas masivas contra la guerra imperialista en Vietnam. El detonante fue el asesinato del ciudadano George Floyd por un policía blanco, quien descargó todo el odio racial que persiste en una sociedad discriminatoria y desigual, donde los derechos solo son para los que tienen dinero y poder, algo observado a diario en las calles, contra los negros y latinos que resultan los grupos más desfavorecidos en esa sociedad, la que pretenden venderle a mundo como la “perfecta democracia”.
Para los yanquis, esos que reclaman justicia e igualdad, no son más que revoltosos y terroristas, incluso llegan a culpar a Nicolás Maduro y al gobierno de Cuba, con el fin de continuar sus campañas de odio contra países que no se doblegan.
Muy diferente fue el tratamiento informativo y el discurso de Estados Unidos, durante las protestas populares acontecidas en varios países árabes, durante los años 2010 y 2012, calificadas de inmediato como Primavera Árabe, donde las masas populares clamaban por “democracia y derechos sociales”.
Los países donde sucedieron aquellas protestas, tenían gobernantes que adoptaban posiciones políticas, no acordes con los criterios de Washington y por tanto había que derrocarlos.
Ejemplo de la manipulación inducida desde el exterior, fueron los sucesos en Libia, cuando el gobierno del presidente Mohammad El Gadafi, usó la fuerza militar para enfrentar las provocaciones financiadas por Estados Unidos y sus aliados.
Ese enfrentamiento no fue aceptado por la Casa Blanca y de inmediato el presidente Barack Obama, convocó a la OTAN para que fuese una coalición la que acudiera a la intervención en Libia, y derrocar al gobierno, incluido el asesinato de Gadafi.
Aquellas protestas fueron calificadas por la prensa internacional como “Revoluciones democráticas”, retomando el sello que años atrás habían acuñado con las manifestaciones llevadas a cabo en Europa Oriental, denominándolas “Revoluciones de colores”, pues según la campaña orquestada bajo el Programa Democracia, elaborado bajo la administración de Ronald Reagan, eran “movilizaciones políticas” contra “practicas dictatoriales”, en los entonces países socialistas europeos.
Las protestas estuvieron financiadas y estimuladas por la CIA, que reclutó a decenas de jóvenes bajo la fachada de la USAID y la NED, empleando las tácticas que elaboró Gene Sharp, como parte de los planes para corroer, desde adentro, al bloque de influencia soviética y desmontar el sistema socialista, para lo cual Reagan contó con el apoyo incondicional de su aliada Margaret Tacher, primera ministra del Reino Unido y del Papa polaco Juan Pablo II, en la denominada Santa Alianza, según la revista TIME.
Contra Cuba pretendieron seguir el mismo guion, a inicios de los años 2000, con la contrarrevolución creada, instruida y financiada por Estados Unidos, orientada a ejecutar actos provocativos contra el orden público. Al ser detenidos y sancionados, rápidamente los yanquis fomentaron la matriz informativa de la “Primavera Negra”, seguida por sus aliados europeos y agentes de influencia en el mundo artístico e intelectual.
Aquellos supuestos “disidentes políticos” en 2011 al llegar a España, por negociaciones entre el gobierno cubano y la iglesia católica, reclamaron un tratamiento preferencial, como el que les brindaban cuando estaban en la Isla.
Al no obtenerlo, iniciaron protestas y actos violentos, no permitidos por los españoles, calificándolos entonces como delincuentes, comprendiendo en ese momento la manipulación realizada por Estados Unidos, con personas que de “opositores políticos” no tenían nada.
Ahora nadie califica las protestas en múltiples ciudades de Estados Unidos como “Primavera” o “Revolución de Color”, los que marchan por las avenidas y plazas son llamados “delincuentes” por el presidente Donald Trump, sin reconocer que reclaman democracia, igualdad y derechos civiles, de los que carecen negros, latinos, otras etnias y clases sociales desfavorecidas.
¿Dónde está la condena y sanciones de la Unión Europea, las organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Human Rights Watch, Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional y los intelectuales y artistas condenaron a Cuba?
Ahora no actúan con la misma pasión contra el presidente Trump, que ordena a la policía reprimir brutalmente, establece toques de queda en varias ciudades y amenaza con movilizar el ejército.
Esta es una verdadera Primavera Negra para el pueblo estadounidense, apoyada por cientos de miles de personas en Europa y América Latina.
Hoy son los Estados Desunidos de Norteamérica, quien urgen de un profundo cambio político, económico y social, pero el Imperio cuando ve peligrar la estabilidad de su sistema, reprime con saña, sin respetar derechos humanos ni libertades de ningún tipo.
Los ideólogos yanquis del Brookings Institution, que proponen una Transición en Cuba y medidas para: “apoyar el bienestar del pueblo cubano y de la sociedad civil, promoviendo el contacto directo entre ciudadanos de ambos países, así como los cimientos de una actividad económica de base”, unido a: “un apoyo a los activistas de derechos humanos, los periodistas independientes y el desarrollo de la sociedad civil cubana, así como la democracia de base”, deberían gastar su tiempo en proponer cambios para su país, el que hace años requiere remover las bases de un sistema desigual y carente de sentimientos humanos.
Si las etapas que diseñó Gene Sharp, para desestabilizar gobiernos no aceptables por Washington, como son:
“Promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, denuncias de corrupción, promoción de intrigas o divulgación de falsos rumores”.
“Desarrollar intensas campañas en defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos”, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el gobierno en el poder”.
“Luchar activamente por reivindicaciones políticas y sociales, y manipular a las masas para emprender manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones”.
“Ejecutar operaciones de guerra psicológica y desestabilizacióndel gobierno, creando un clima de ingobernabilidad”.
“Forzar la renuncia del Presidente de turno, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones y preparar el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país”;
fuesen aplicadas contra los yanquis, serían vistas como una amenaza extranjera y desatarían la guerra contra el país que intente financiar a los manifestantes, tal como hicieron ellos en Venezuela, Bolivia y Ecuador, a través de la USAID y la NED, desde las embajadas estadounidenses.
El pueblo estadounidense despertó y exige transformaciones, pero Trump nunca las hará porque, millonario al fin, no piensa como el pueblo y por eso su reelección peligra.
No en vano aseguró José Martí:
“Las revoluciones arrollarán a los que no la saben prever”
Tomado de El Heraldo Cubano
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