
Por Miguel Cruz Suárez
Ramón Emeterio, alias El Viscoso, tenía sueños recurrentes y kafkianos donde se despertaba asustado cuando ya se había convertido en una lombriz de tierra y estaban por insertarlo en uno de aquellos anzuelos de nuestras pesquerías infantiles.
El infeliz ya casi no quería dormir, pero al pasar los años aquello fue desapareciendo. Luego lo dejamos de ver y más tarde supimos que sus ensoñaciones eran tal vez una especie de premonición, porque el desdichado terminó siendo ¨tragado¨ en una relación pasional con Teodora, a quien apodaban La Tilapia sin sentimientos.
Es que el mundo de los sueños es incomprensible y cautivante, yo en lo particular me he leído un montón de cosas sobre el tema tratando de desentrañar esas rarezas y códigos enigmáticos. Muchos han intentado encontrar, en esas tramas oníricas, determinadas explicaciones o augurios de acontecimientos futuros.
Otros son aficionados empedernidos en la narración de sueños y si te toca uno de ellos en la parada de la guagua, teniendo en cuenta el tiempo promedio actual entre una y otro de esos transportes, es probable que decidas irse caminando por lejos que esté tu destino final.
También la palabra ¨sueños¨ suele emplearse en sentido figurado, identificando aspiraciones o planes. Dentro de los enemigos jurados de este país, después de 1959, han proliferado los soñadores de esos que lo hacen con los pies muy lejos de la tierra, que son por lo general y a la larga, gente bastante decepcionada con la irrealización de semejantes fantasías, en las cuales se ven otra vez dueños del caimán.
Del lado opuesto vivimos los que soñamos con mucho más arraigo y como hemos tirado el ancla en esta isla y apostado por tantas cosas que antes fueron sueños y ahora realidades, eso nos permite acostarnos cada noche listos para seguir soñando.
Tomado del muro de facebook del autor
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