Por Alfonso Nacianceno
Cuando el tema es Cuba, la blasfemia de la actual administración de Estados Unidos no repara en nadar a contracorriente de la opinión del mundo.
Ahora vuelven sobre el cotorreo gastado de los supuestos médicos sometidos a «trabajo forzado» y de la «trata de personas», acusaciones inconsistentes en las que este jueves se embarcó el secretario de Estado, Mike Pompeo, montando en su mentiroso carro a la asesora presidencial Ivanka Trump, hija de su jefe.
Cuba habla con hechos, por lo cual resulta un puñetazo en pleno rostro la ratificación, por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, de que «la nación exhibe un desempeño ejemplar en el combate contra la trata de personas y mantiene una política de tolerancia cero ante cualquier modalidad de este flagelo».
La respuesta de Rodríguez Parrilla, reafirmada en su cuenta de Twitter, destruye, una vez más, la falacia que esos dos
personajes de la administración Trump pretenden hacer creer al presentar el controvertido informe sobre trata de personas, que incluyó a la Mayor de las Antillas en la peor ubicación (nivel tres), y calificó a las misiones médicas como ejemplo de trabajo forzado.
El anuncio coincide con la intensa campaña del actual Gobierno contra la colaboración del personal de la Salud cubano en el mundo, alegando supuestas violaciones en su tratamiento y pago.
Ante la desfachatez, el carácter unilateral y la ilegitimidad del texto, la subdirectora para Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) de Cuba, Johana Tablada, afirmó que el lugar dado a su país en la lista constituye un acto político sin relación alguna con su desempeño.
El informe intenta negar el aprecio expresado en distintas latitudes sobre la nobleza y solidaridad de los médicos cubanos, y cierra los ojos ante los esfuerzos de la Isla a favor de erradicar la trata de personas.
Tomado de Granma
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