
Por René González Sehwerert
Me siento a escribirte después de un paréntesis por la interrupción temporal del juicio. Espero que ya te haya llegado la primera parte, que te pude enviar con Roberto gracias al viaje que sorpresivamente decidió dar a Cuba, para pasar el fin de año con ustedes.
Como ya sabes el 20 de diciembre fue la última jornada del juicio en el presente año, de manera que cuando retornemos a las sesiones, el próximo 3 de enero, estaremos en el 2001. Espero que para el 2002 todo esto se haya convertido en historia.
Los últimos días, entre el pasado 20 y hoy, 25 de diciembre, día de la Navidad, fueron como el resto de los casi diez meses transcurridos desde que nos bajaron con la población general. Todos tratando de relajarnos, de tener el descanso merecido tras las agotadoras jornadas en la Corte, y aprovechando también para hacer algunos trabajos en relación con el juicio.
El sábado no faltó la charla telefónica contigo y, al fin, pude oír a Irmita tras dos semanas de ausencia. Sé que te quedaste esperando la llamada de Papín, quien me dijo después que, a pesar de repetidos intentos, no pudo establecer la comunicación. También hablé con abuela, que en estos días está un poco melancólica y recuerda a Ivette más a menudo, seguro que debido a la época navideña. Me dijo que tenía deseos de montarse en un avión y arrancar para Cuba sin pensarlo dos veces; no obstante ella está bien a pesar de esos momentos de pesadumbre y se prepara para ir en abril, cuando será el cumpleaños de la niña.
En fin, en estos días de descanso no han pasado muchas cosas que valgan la pena contar, así que prefiero regresar al juicio que, aunque tampoco ha sido muy entretenido, al menos se produce fuera del recinto de la cárcel, lo que ya es algo.
Volveremos a la sala de la honorable Joan Lenard el lunes 18 de diciembre de 2000, para seguir ventilando el caso 98-0721-CR-Lenard/Dube, más conocido como el caso de los siniestros y nunca suficientemente condenados espías castrocomunistas de Miami, según el léxico del gueto.
Recomienzan las sesiones de hipnosis a cargo del agente José Orihuela, quien había comenzado el viernes anterior. En veinticinco minutos el testigo termina con el inventario de “evidencias” encontradas en casa de Viramontes, que incluía un talonario vacío de planes de vuelo, un sobre con ¡setenta dólares!, unos cuantos periódicos que se publicaban en Cayo Hueso, de la base de Boca Chica, y algunos anuncios de plazas vacantes en ese lugar, entre otras “terribles e incontestables evidencias de espionaje”.
Al terminar este testimonio a las 11:10 a. m., sube al estrado de los testigos el agente Myron Broadwell.
El señor Broadwell fue presentado como el supervisor de la estación de escucha que monitorea las transmisiones de radio en alta frecuencia, lo que parece corroborar la primera mitad de su testimonio, cuando diligentemente contesta cada pregunta de la Fiscalía.
Explica que la estación graba automáticamente las transmisiones en cierta gama de frecuencias, para que luego un grupo de seis a ocho personas bajo su mando conviertan las transmisiones grabadas en código Morse a caracteres alfabéticos. La defensa objeta su competencia cuando, en una parte del testimonio, admite que él no es quien realiza el trabajo directamente. Pero la Fiscalía logra que la jueza no lo descalifique, de lo que probablemente se arrepentirán luego.
La acusación aprovecha para hacerle leer uno de los mensajes radiales interceptados, que por supuesto no podía ser otro que el más dañino para la defensa, aquel en el que Cuba le dice a Gerardo que ninguno de nosotros debe volar con Hermanos al Rescate en los días alrededor del 24 de febrero del 96. Luego de anotarse el puntico del mensaje, la Fiscalía cede el testigo a los abogados de la defensa. Aquí el hombre pareció entonces convertirse en el jardinero de la estación de escucha, pues no había manera de sacarle una respuesta coherente sobre el trabajo del lugar y parecía no saber nada. El señor Broadwell –”pozo ancho” en español– cayó en el ancho pozo del olvido.
La razón es muy sencilla: la Fiscalía sabe que la defensa está tomando nota de las increíbles mutilaciones a que ha sido sometida la evidencia, por lo que, al parecer, está aleccionando a sus testigos para que no suelten prenda respecto a la cantidad total del material que han manejado. Sin dudas el míster “pozo ancho” hizo un buen esfuerzo.
Los abogados también hicieron el suyo. McKenna comienza el esclarecimiento. Y aunque el agente no supo decirle cuántos mensajes se procesaban al día, ni el total de mensajes procesados, ni qué porcentaje de ese total había sido introducido en la evidencia por la Fiscalía, ni nada de nada, al final se pudo saber, tras el patético reto de Broadwell a la honestidad, que la totalidad de los mensajes procesados no habían sido introducidos por la Fiscalía en evidencia.
Luego toca el turno a Mr. Norris, que hace reconocer al agente que no puede identificar a quién iban dirigidos los mensajes. El defensor retoma el tema de la omisión de evidencia, y tras otra dura batalla contra la resistencia del testigo logra que reconozca, al menos, otros trescientos cincuenta mensajes que no formaban parte de la muestra de cuarenta y cuatro que presentó la Fiscalía.
El remate estuvo a cargo de Joaquín, quien establece que, si en la estación de escucha trabajan de seis a ocho personas, ocho horas durante cinco días por semana, el volumen de mensajes que se procesan debe ser bastante superior al que presentó la Fiscalía. Se mofa abiertamente de la falta de memoria del testigo para responder a las preguntas de la defensa y pone en evidencia que su testimonio había sido preparado con la Fiscalía en los días previos. Le pregunta si él no tiene que rendir algún informe sobre el contenido de trabajo de la estación para justificar los salarios y los gastos de operación y reportar sobre el trabajo de sus subordinados; pero por las respuestas del testigo parece estar todo tan automatizado que no necesita supervisor.
Para finalizar, el abogado indaga sobre el criterio que se había seguido para escoger los mensajes incluidos en la evidencia y tras ardua batalla logra que el agente se explique: ¡resulta que la fiscal en persona le había llevado las transcripciones de los mensajes que él debía reproducir! El día terminó con un tufo extraño, a bochorno, flotando sobre la mesa de los fiscales, y míster Broadwell se marchó aliviado, a la 1:45, con la cola entre las patas, pensando quizás en que todavía tendría que ocupar el potro del tormento al abrirse la sesión del próximo día.
***
El martes 19 comenzó con la conclusión del testimonio del agente Broadwell. Para su alivio, el señor Jack Blumenfeld no lo hace quedar tan mal como los otros abogados el primer día. Jack se limita a hacerle algunas preguntas sobre su trabajo, pero como el testigo se ha vuelto a encerrar en su caparazón de amnesia temporal, lo deja tranquilo.
Le siguió un especialista en computación de nombre Kenneth W. Hart, quien trabaja para el CART (Computer Analysis Response Team) en Washington.
Mr. Hart refiere cómo fue receptor de algunos discos de computadora que el agente Rosado le envió para que los convirtiera en textos legibles en español.
Mr. Hart es un técnico y como tal su testimonio va al grano. Utiliza como ejemplo el mismo mensaje (¿cómo podría ser otro?) en el que Cuba le dice a Gerardo que nosotros no debemos volar alrededor del 24 de febrero. Con su cacofónica repetición la Fiscalía parece buscar que Gerardo sea hallado culpable de conspiración para asesinar. El trabajo de Mr. Hart era develar el contenido en español de dicho mensaje cifrado, de manera que quedara listo para presentarlo al equipo de traducción que iba a trasladar los textos del español al inglés.
El contrainterrogatorio es breve y está a cargo de Joaquín, quien establece que, de los mensajes cifrados, el setenta y ocho por ciento ha sido ocultado por la Fiscalía.
A las 12:50 a. m. toca el turno a la agente Susan Salomon, quien se encargó de traducir en parte, y revisar en su totalidad, las traducciones de los documentos utilizados como evidencia en el juicio. En el tiempo que queda de audiencia, la Fiscalía introduce, a través de la señora Salomon, los tres volúmenes de evidencia, en inglés, con que piensan desarrollar su caso.
Al terminar la jornada se logra establecer, mediante el interrogatorio y los documentos presentados, que pertenecíamos a un ente llamado Red Avispa. No había tiempo para más cuando nos retiramos a la 1:45.
***
El miércoles 20 nos preparamos para el último día de audiencias en el año. Todos sospechábamos que la Fiscalía trataría de dar algún golpe final de efecto, a fin de dejar una impresión en el jurado que, en conjunción con la digestión de la cena de Navidad, los condujera a regresar en enero con la convicción de que éramos culpables.
El juego infantil en que se convirtió la audiencia nos demostró que teníamos la razón.
Al llegar a la Corte, nos sorprende ver que Gerardo hace un gesto tímido de saludo a una señora de mediana edad sentada entre el público. Pronto supimos que se trataba de su profesora de inglés.
La señora Salomon toma de nuevo el estrado para comenzar un día aparentemente igual a los demás. Inicia tratando de interpretar algunas de las decenas de abreviaturas que aparecen en los documentos, a lo cual nuestros abogados plantean su oposición, arguyendo que la señora se salía del papel de traductora para ir más allá, tratando de dar significado a palabras que no tenían sentido en ningún idioma. La jueza falla a favor de la Fiscalía y la señora Salomon sigue haciendo sus interpretaciones de todo conjunto de más de dos letras.
Luego la Fiscalía se entretiene con algunas abreviaturas relativas a organizaciones contrarrevolucionarias y después, por un rato, en el significado de a. e. como “actividad enemiga”. Aquí se recrea bastante haciendo leer a la testigo varios párrafos en los que aparece dicha abreviatura, para dejar bien claro que somos enemigos. Seguidamente los fiscales hacen lo mismo con los contados párrafos en los que figura la expresión top secret, y piden a la señora Salomon que los lea, para estremecer el subconsciente de los jurados.
Al regresar del receso sucede algo realmente bonito. Resulta que Gerardo le había escrito a Paul McKenna una notica que decía poco más o menos:
Estimado Paul:
La señora que saludé en el público es mi antigua profesora de inglés. Yo tenía muy buenas relaciones con ella y creo que toda su consideración, al menos antes de que esto pasara, no sé cuál habrá sido su reacción a todo lo que la prensa ha estado publicando durante este tiempo y si ella todavía tendrá la misma opinión de mí.
En el receso, la señora se acerca a Paul y este le muestra la nota de Gerardo. Ella le dice a Paul que seguía teniendo la mejor opinión de su exalumno, que estaba allí para apoyarlo totalmente, y que nada de lo que dijera la prensa haría cambiar su opinión de que es un hombre de bien que no haría daño a nadie. Finalmente le pide a Paul la dirección para escribirle a la cárcel.
Esto, que pudiera parecer banal, tiene un significado especial en estas circunstancias, pues tras dos años de cárcel y sometido a una campaña publicitaria tan negativa y agresiva, es muy estimulante que todavía quede quien no se deja engañar y sepa ver la fibra humana de nuestro compañero.
A las 11:05 recomenzamos la sesión, la Fiscalía pregunta a Salomon el significado de cuanta abreviatura se les puede ocurrir, con el evidente propósito de ganar tiempo y tirar alguna bombita justo antes de finalizar la audiencia, evitando a la vez que se llegue a realizar algún contrainterrogatorio por parte de los abogados de la defensa, que pudiera quedar como última impresión ante el jurado.
Una vez que se hizo evidente el propósito de la Fiscalía, los abogados protestaron ante la jueza, aunque ya un poco tarde. Esta táctica de la Fiscalía dio lugar a la siguiente caricatura de Gerardo.

La verdad es que la Fiscalía abusó del testimonio de la traductora, a la que pusieron a leer todo lo que consideraron más perjudicial para nosotros y que, sin duda, será repetido una y otra vez durante las presentaciones de la acusación por cuanto testigo pueda hacerlo. De esta manera la traductora fue no solo utilizada como especialista, sino también para introducir argumentos que queden grabados en la mente de los jurados durante estas vacaciones.
A pesar de las protestas de los abogados, la jueza en esta ocasión favoreció a la Fiscalía, permitiéndole la libertad de argumentar a través de la traductora. No quiero apresurarme a juzgar su actitud, pues cabe pensar que ella tienda a favorecer a la parte que está desarrollando su caso, evitando en lo posible las objeciones en su contra. Siempre y cuando use la misma vara con nosotros, cuando nos toque presentar nuestro caso, todo estará bien.
La Fiscalía, unos veinte minutos antes de que terminara la sesión, presenta, por enésima vez, el dichoso mensaje en el que a Gerardo se le pide que no volemos, esta vez en su traducción al inglés para consumo del jurado.
Y con sus terribles revelaciones, que sacudirán al mundo, terminó triunfalmente la Fiscalía. Ya descargó sus argumentos más serios, y supongo que se dispone a repetirlos una y otra vez, en lo que le queda de caso; tal vez los mezcle también con algún elemento emocional relacionado con Hermanos al Rescate y alguna que otra historia de ficción, a partir de los reportes de Guerrero en relación con la base de Boca Chica. Por lo pronto, junto a la cena de Navidad, los jurados tendrán para digerir los muy escogidos recortes de evidencia que como collar de cuentas han ensartado los fiscales. Cuentan con unos doce días para expeler una convicción de culpabilidad al final del proceso digestivo.
A todo este espectáculo se ha sumado la apertura de la evidencia al público, para incentivar el morbo de la prensa local. Te prometo que antes de que se reanuden las sesiones, te haré un inventario de cómo han reaccionado nuestros nunca suficientemente maliciosos medios en los últimos días.
Tomado de Cubadebate
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