
Por René González Sehwerert
Es la tarde del sábado 16 y me puedo dar el lujo de tener el día casi libre, pues no creo que me ocupe mucho tiempo contarte las audiencias de los pasados jueves y viernes, dado lo repetitivas y su poco contenido.
Esta mañana te llamé un poco ansioso, me preguntaba si podríamos hablar después del giro que han dado las comunicaciones con Cuba.
Por suerte mis temores no se justificaban y tuve de nuevo la dicha de conversar contigo, y la sorpresa de oír al viejo del otro lado del hilo. A pesar de la parquedad de Ivette por teléfono, porque siempre está tan “ocupada”, pude oírla, en el trasfondo, en animada conversación con su amiguita.
Por la tarde le mecanografié al Faquir algunos poemas que quería mandar a Mirta.
Anteayer, jueves 14, al llegar a la Corte nos enteramos de que, por la tarde, se haría una audiencia para discutir la solicitud de la prensa de acceder a las evidencias. Solicitamos a los abogados que pidieran a la jueza nuestra exclusión de dicha audiencia y lo lograron. Esto nos ahorró la tortura de tener que regresar a la sala a las cuatro de la tarde, después de haberla dejado a la una y cuarenta y cinco.
A las 9:00 a.m. el agente Joseph Hall continúa con su serenata, que concluye con el inventario de los objetos obtenidos en las casas de Ramón y Fernando. Tras haber terminado el agotador testimonio, los fiscales ceden el testigo a la defensa.
Mr. Norris comienza por establecer que el uso de una historia personal ficticia, asunto al que el testigo se había referido, no era, en sí, un delito. Ante la objeción de la Fiscalía, la jueza no le deja seguir en esa dirección y el punto queda en la indefinición.
Luego se refiere al tema de las licencias de conducción halladas a nombre de Luis Medina, con distintas direcciones. Señala que la ley de Florida exige la obtención de una licencia nueva antes de los diez días de un cambio de dirección; y al final sorprende al oficial al aclarar que Medina efectivamente había trabajado para Mason Shoes, por lo que los documentos de esa entidad que estaban en su poder eran legítimos, contrariamente a lo afirmado.
Joaquín señala también otra inconsistencia en el testimonio del agente: la fecha de un pasaje de avión dada por este, era errónea.
Este último punto va dirigido a establecer cierto patrón de especulaciones desarrollado en los testimonios. En general, los oficiales han mostrado la tendencia a interpretar las evidencias, sobrepasando los límites de lo que debe ser un testimonio vivo sobre lo que hicieron o lo que encontraron en los registros. Joaquín no buscó una confrontación con este señor, ya que en realidad fue bastante ético en su testimonio, solo trató de demostrar ante el jurado esta práctica que la Fiscalía está empleando durante la presente etapa, pero que no hemos querido enfrentar activamente para dejarle desarrollar su caso sin entrar en objeciones a cada minuto. No obstante, Joaquín logró su punto.
El fiscal John Kastrenakes reexamina al testigo para recordar que, si bien la obtención de una nueva licencia de conducción es exigida por la ley tras cambiar de dirección, eso no absuelve a Ramón de haber violado las leyes por solicitar repetidamente una licencia con un nombre que no era el suyo. Tanto para Kastrenakes.
A las 10:00 a.m. testimonia brevemente el agente Alex García, quien también participó en el arresto de Ramón y Fernando. Se concentra en una agenda electrónica, de la que lee algunas anotaciones que interpreta como relacionadas con un trabajo clandestino. Se refirió a 8540 dólares en posesión de Ramón, que la Fiscalía hizo aparecer como 854 000 fotografiando el mismo dinero de costado, de cabeza, por delante y por detrás. Esta vez Mr. Norris volvió a enfatizar el carácter especulativo del testimonio, a través de la lectura interpretativa que el agente hizo de la agenda electrónica.
A las 10:50 de la mañana la fiscal Caroline Heck Miller llama al agente Ángel Berlingeri, quien se refiere al arresto de Fernando y a cómo este accedió a declarar voluntariamente. Dice que el día del arresto todavía el apellido de Campa no era de conocimiento del FBI, pero gracias a la licencia de conducción que había caído en sus manos, “de una manera que no recordaba”, habían identificado al reo. Se refiere a la historia que Fernando les hizo sobre su vida.
Tras un receso, Joaquín interroga al testigo. Vuelve a referirse a la actitud de Fernando durante el arresto y llama la atención sobre la manera en que el agente recuerda cada detalle de lo que este había dicho, en contraste con su poca memoria en cuanto a la manera en que la licencia de Campa había “caído en sus manos”. Luego hace admitir al agente que se había reunido antes con la Fiscalía para preparar su testimonio –lo cual aquí es práctica usual–, y deja claro que los intervalos de “buena” y “mala” memoria tenían relación con dicha preparación.
Este interrogatorio de Joaquín tiene relación con un conflicto anterior motivado por la forma ilegal en que la licencia de conducción a nombre de Campa fue obtenida. La realidad es que, aun antes de que la orden de registro hubiera sido firmada, ya su cartera había sido registrada para establecer su identidad. Y aunque este punto ya fue apelado por Joaquín, los jueces han preferido hacerse de la vista gorda y creer en la mala memoria del señor Berlingeri.
Al agente le faltó honestidad, pues además del asunto de la licencia obtenida ilegalmente, “no recuerda” si durante los arrestos se blandieron armas, cosa que resulta chocante porque nosotros recordamos bien el gran número de pistolas exhibidas durante los mismos.
Lo más triste del caso es que tal despliegue de armas nunca nos ha parecido criticable, pues en una sociedad tan violenta como esta, donde cualquiera puede esperar a los oficiales de la ley atrincherado con un fusil, es lógico que estos se preparen para desalentar cualquier resistencia agresiva con un armamento superior. No sé si después que conocieron mejor nuestra naturaleza humana, sienten algún complejo de culpa por ese despliegue de armamento y prefieran olvidarlo.
De todos modos, resulta ridículo pensar que pueden hacer creer a alguien que, tras tumbar la puerta de un apartamento con un mazo, los agentes entraron con las manos en los bolsillos para despertar dulcemente a los detenidos.
A las 12:30 p.m. fue llamado el agente James Harris, quien participó en los registros a Guerrero, tanto de su cuartico en Cayo Hueso, como de la casa de Maggie y el armario del trabajo en Boca Chica.
Nuevamente se produce la letanía de artículos, y son admitidos en la evidencia un radio de onda corta, la computadora y discos, documentos de Antonio y otras cosas. A la 1:15 Philip me dio a leer la linda carta que tú me mandaste y esto puso un toque feliz al final de esta audiencia. Al terminar el interrogatorio de la Fiscalía al señor Harris, Jack hace ver que no había nada secreto en los lugares registrados y, de paso, dice al jurado que el FBI ni siquiera se había molestado en cerciorarse de que el radio de onda corta, del que tanto hablaron, estaba roto. Así terminó ese aburrido jueves 14 de diciembre.
El viernes 15 fue más de lo mismo, a través del testimonio del agente José Orihuela, quien retrotrajo las cosas a lo ocurrido en casa de Gerardo el 12 de septiembre del 98. Este testimonio fue complemento del brindado por el agente Rosado días atrás, que se había restringido al área de computación; de manera que, en esta ocasión, se comenzaron a introducir como evidencia otras piezas más o menos interesantes. Entre otras, aparecieron varios equipos de comunicaciones y algunos papelitos escritos a mano.
Nuestros abogados nos informaron sobre los resultados de la audiencia de la tarde anterior, referida al acceso a la evidencia por la prensa. Según Philip, la Fiscalía estaba de lo más conforme, a pesar de las objeciones de los abogados. Pero el panorama cambió cuando estos dijeron que, si se iba a hacer pública la evidencia, había que hacer públicas también las deposiciones tomadas en La Habana. Entonces los acusadores se tiraron al suelo y la jueza decidió posponer su fallo para más adelante.
Así terminó el día sin penas ni glorias. Nos retiramos oyendo las quejas de los alguaciles, que están desilusionados porque no acaban de aparecer los planos secretos y los diagramas de la bomba atómica.
Tomado de Cubadebate
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