
Por Miguel Cruz Suárez
El odio contrae el alma y la pone pequeña; luego, en esa diminuta capsula ya no cabe la felicidad, la tolerancia o la comprensión. Según los estudiosos de Martí, salvo el conocido fragmento de su poema Abdala, donde usa la palabra de marras, es poco común encontrar ¨odio¨ en la inmensa obra martiana.
¿Acaso no tenía el Apóstol, que llevaba en su piel y su corazón el horror de la colonia, motivos para odiar con ahínco? Sin embargo, agudo en su crítica, certero en sus principios e incapaz de pactar con el enemigo, no contemplaba la necedad del rencor, aún contra sus verdugos.
En materia política y con respecto a Cuba, los odiadores modernos son de dos tipos distintos: los del odio mercenario y los que odian sin motivo aparente. Aquellos que reciben sus monedas a cambio del rencor visceral que derraman contra el país donde nacieron, tienen al menos esa bochornosa justificación monetaria, pero ¿Y los otros? Los que no están en la nómina.
Qué justifica la reacción violenta, la amenaza rugiente, el improperio y hasta la ofensa personal con los más groseros epítetos, por el solo hecho de no coincidir políticamente con aquellos que defendemos un proyecto social de profundas raíces humanas. ¿Fueron alguna vez odiados tan brutalmente en Cuba, los que fuera e incluso dentro de ella, no encuentran otra forma de sostener las diferencias que no sea a través de los insultos?
¿Crecieron en un país que los maltrató, los insultó, los torturó o les negó el derecho a ser personas dignas? ¿Por qué nació su desprecio terrible y su odio incurable hacia un estado que no les negó jamás el derecho a ser profesionales o a tener hijos vivos en un mundo de tantos niños muertos?
Qué tipo de sociedad o qué miserable país sería este si en el ir y venir de nuestras calles, en el ajetreo solidario de sus barrios o en el fraterno café de la mañana, se filtrara el odio entre hermanos, la revancha, el desprecio absoluto por la vida y esa injustificada sed de herir que algunos dejan escapar, como un veneno, en las redes sociales.
Solo aquellos que han añorado siempre el desplome de Cuba, buitres que esperan la oportunidad de picotear las entrañas abiertas del caimán; solo aquellos que no son de esta tierra, podrían en verdad festejar desde lejos, el odio entre cubanos.
Tomado del muro de facebook del autor
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