
Por Demetrio Villaurrutia Zulueta
En medio de una extraordinaria batalla que libra Cuba contra la COVID-19 y el apoyo internacional para nominar a la Brigada Henry Reeve al Premio Nobel de la Paz por su aporte altruista y solidario para salvar vidas frente al impacto de la pandemia, el gobierno de Estados Unidos contrariamente arremete una vez más contra nuestra nación con el anuncio de nuevas sanciones.
Hay que creerse ciertamente que son en realidad los gendarmes del planeta para, además, en medio del llamado del Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres a la comunidad internacional a mantenerse unida en un escenario humanitariamente complicado, hacer de ello oídos sordos y mantener su escalada contra Cuba que se arrecia en los últimos dos años, y se martilla una y otra vez en medio de la COVID-19.
Para Trump, la ONU y nada es lo mismo. Pasa por encima de la convocatoria del máximo organismo internacional, torpedea al multilateralismo, se aparta de la Organización Mundial de la Salud y establece su propio doble rasero de conveniencia para al actuar en todos los escenarios.
Ha sido como una moneda de cambio. Recibir el misericordioso ¨premio¨ en la Florida asociado a Bahía de Cochinos, fue como recibir en manos propias la primera gran derrota del Imperialismo en América hace casi seis décadas, lo que convidó al presidente y su gobierno a dar otro ¨regalo¨ a cambio. Esta vez sanciones hacia Cuba que limitan las posibilidades de compañías de viajes y de turismo para realizar reservaciones en más de 430 instalaciones de nuestro país, e incluyen en el paquete eliminar la autorización y participación de sus ciudadanos en conferencias, seminarios, exhibiciones y eventos deportivos en suelo nacional.
En una actitud de prepotencia, el imperio no deja de blandir su machete contra Cuba y se sumerge en escenario común con la rancia comunidad de anticubanos de La Florida que siguen soñando con un pasado que no será, y un presente futuro que está inimaginablemente fuera de la posibilidad de retornar a nuestro país a lo que fue antes del triunfo de la Revolución.

No hay que olvidar que Estados Unidos se encuentra en medio de sus elecciones, en las que Trump no las tiene todas consigo entre la población de origen latino y los negros, ni se pueden dejar tampoco a un lato los dislates del magnate de la Casa Blanca con su pésimo manejo del tema de la COVID-19, ni mucho menos las duras y permanentes protestas sociales a causa del abuso policial y racista que se ha cobrado vidas en esa nación que para nada es un ejemplo de la defensa de los derechos humanos.
La actitud de la Casa Blanca demuestra frustración e impotencia. Mientras Cuba mantiene control de una pandemia, Estados Unidos. que nos supera con creces en recursos materiales y financieros. no puede; mientras desde Estados Unidos se incrementa el presupuesto para financiar la subversión contra nuestro país desde una fuerza de tarea en la Internet y se azuzan a personajillos de la contrarrevolución atacando a figuras públicas, intelectuales y artistas, Cuba piensa no solo en resistir, sino también en avanzar al aprobar una Estrategia Económica y Social para enfrentar la crisis en un período prolongado y su gobierno unido al pueblo demuestran capacidad de gestión para salir adelante.
Nada de eso han podido hacer Trump y su gobierno que no sea enfilar su pensamiento hacia una pequeña isla, a la que han bloqueado por más de sesenta años intentando quitarles los sueños, y obstaculizar cualquier posibilidad de avance bajo el retórico esquema de que lo hacen en nombre de un pueblo que al final, ha sufrido las consecuencias de la genocida y criminal política de bloqueo, cuando se le impide el acceso a medicamentos, alimentos, combustibles, cuando la persecución financiera impacta en la infraestructura del país.
Es un doble rasero imperial conocido, pero siempre socorrido por sus gobiernos. La comunidad anticubana en Florida y el gobierno de Estados Unidos siguen en medio de sueños trasnochados. Recurrir a un dudoso reconocimiento que alude a Bahía de Cochinos hace sesenta años, es como levantar la copa de la derrota que aún sienten y que también han tenido que morder durante estas décadas de Revolución porque Aquí, no se rinde nadie.
Trump intenta congraciarse con una comunidad anticubana en Florida que siempre ha tenido el sueño de volverse apoderar de nuestro país, como una entelequia de frases y acciones que nunca se cumplirán porque ni siquiera conocen nada de lo que representamos y somos los cubanos hoy.

Tomado de Radio Rebelde
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