
Por Maylín Vidal
A cuatro décadas de recibir el Premio Nobel de la Paz, el argentino Adolfo Pérez Esquivel trabaja hoy día a día, minuto a minuto, por un mundo mejor con paz, justicia e igualdad.
Con sus 88 años a cuestas y toda una vida cargada de momentos difíciles, Pérez Esquivel sigue tan activo como en los más difíciles tiempos de Argentina y desde esta tierra austral se le ve, incluso en tiempos de pandemia, combatiendo las injusticias y protagonizando múltiples campañas, además de la labor que realiza como presidente de Servicio de Justicia y Paz.
Hoy, cuatro décadas después de convertirse en el cuarto Premio Nobel de Argentina, se adapta a los nuevos tiempos y desde twitter y otros espacios en internet lucha a diario por la libertad de Julian Assange o porque a los médicos cubanos de la Brigada Internacional Henry Reeve se le otorgue el Nobel de la Paz por su noble y solidaridad tarea.
Una iniciativa que el mismo impulsará este mes cuando presente ante el comité noruego el pedido para que los galenos cubanos, a quienes califica como constructores de la paz, sean reconocidos con esta distinción en honor a esa noble causa humanitaria que realizan en los lugares más inhóspitos y necesitados, dice.
Desde mucho antes de que se le entregara el Nobel, Pérez Esquivel también ha luchado contra el bloqueo económico, comercial y financiero que impone desde hace más de seis décadas Estados Unidos a Cuba, entre otras tantas batallas.
También se le ha visto en los últimos años dando la pelea por la libertad del expresidente brasileño Luis Inacio Lula Da Silva, por la no injerencia en Venezuela y contra los actos cometidos en Chile, Bolivia y Colombia.
Nacido en la localidad porteña de San Telmo y de profesión pintor y escultor, Pérez Esquivel nunca se ha amilanado para levantar su voz contra las causas más duras que se han dado en el mundo en estos 40 años, en el combate ante las injusticias.
El destacado luchador por los derechos humanos tuvo un rol fundamental en una de las más grises épocas de su país, la última dictadura militar (1976-1983), donde se le vio junto a esas madres que lloraban por saber el paradero de su hijo, pero también estuvo tras las rejas 14 meses de prisión.
Contó en una ocasión Pérez Esquivel que estuvo muy cerca de haber sido víctima de los conocidos vuelos de la muerte. Después de ser liberado, estuvo otros 14 meses siendo vigilado. Precisamente en tiempos de dictadura el comité noruego le entregó el Nobel en la sede de la embajada en Buenos Aires.
Eran duros momentos y significó un golpe para la dictadura y un gran momento para las organizaciones que luchaban por levantar su voz para denunciar las múltiples violaciones derechos humanos que se sucedían en la Argentina de esos tristes años.
Hoy, 40 años después, Pérez Esquivel sigue dando ejemplo de lo que sí se puede hacer con amor y responsabilidad por la paz y la justicia, en la lucha de los indígenas, de los trabajadores, de los jóvenes, de las mujeres, aquí en su tierra austral, o en Suramérica o África. El está ahí, donde lo necesiten.
Tomado de Prensa Latina
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