
Por Maylín Vidal
Argentina es bisagra del séptimo arte hispanohablante, una potencia de creadores que ponen en alto su nombre a nivel mundial con una cinematografía más allá de moldes desde los inicios, hace 124 años.
Mucho ha llovido desde que en esta tierra austral se proyectó, en julio de 1896, la primera película de los hermanos Lumière en el desaparecido teatro Odeón, que daría el puntapié inicial a la historia del celuloide en la tierra de Carlos Gardel.
Comenzaría entonces los primeros pininos de un séptimo arte que fue uno de los pioneros en América Latina, con un incipiente desarrollo del cine mudo o silente en la década de 1930, lo cual abrió el diapasón a cuanto vendría después
La magia de ver aquellas imágenes en grandes proyectores vino de la mano de personajes como José Agustín Ferreyra, quien según especialistas se convirtió en una figura central para el desarrollo de un cine de temática nacional, en el cual el tango ocupó sitio de honor.
Escanear la historia del cine argentino es difícil. Basta solo con remitirse a la década de 1930 y 1940 y saltan imágenes de Tango (1933, Luis José Moglia Barth), primera película sonora. Fue la época dorada de Tita Merello, Luis Sandrini y Libertad Lamarque, protagonistas de melodramas que aún están en la memoria de padres y abuelos.
Los años siguientes fueron de esplendor con obras como La guerra gaucha (1942, Lucas Demare), considerada de las mejores, y el debut de un joven Leonardo Favio y el Grupo de Cine Liberación, encabezado por Fernando Pino Solanas y Octavio Getino.
Con avances y retrocesos, varios momentos significativos marcan el séptimo arte de esta tierra, con temáticas que tocaban -siguen tocando- temas sensibles en lo social y lo político como la dictadura militar tras el golpe de Estado de 1976 a María Estela Martínez de Perón, uno de los momentos más duros de la historia nacional.
Cuenta a Prensa Latina Julio Raffo, defensor a ultranza desde hace cuatro décadas del derecho de autor en el cine, que esta dura etapa -la última dictadura militar (1976-1983)- derivó por un lado en una gran censura y por otra en represión, con cineastas desaparecidos y asesinados como Raymundo Gleyzer o Pablo Szir.
También, dice, hubo películas para halagar a la dictadura. Muchos de esos directores de cine que trabajaron al servicio de los golpistas se reciclaron y en democracia fueron talentosos e hicieron una espléndida carrera.
Y es que hablar de los finales de los 70 y principios de los 80 remite obligatoriamente a una de las épocas más grises. Hacia 1984 comenzaría una nueva etapa con decenas de realizadores que tocaron el tema en verdaderas piezas magistrales como La noche de los lápices (1986, Héctor Olivera).
Otra de ellas, de un año antes, es La historia oficial, de Luis Puenzo, un descarnado relato sobre la cruel dictadura, con unos brillantes Norma Aleandro y Héctor Alterio en los roles principales, que le daría a Argentina su primer premio Oscar de la historia.
Fue 1985 un año especial, con el triunfo de esa cinta abriendo puertas al cine latinoamericano en Hollywood; asomaba además una taquillera, Esperando la carroza (Alejandro Doria), que aún se cuenta entre las comedias más vistas, y El exilio de Gardel, del recientemente fallecido Pino Solanas.
El primer Oscar abrió el camino para una Argentina que es hoy uno de los pocos países de América Latina con esta categoría y el segundo en recibir más nominaciones, después de México, además de ser superada sólo por España en cantidad de estatuillas a la mejor película extranjera.
Si bien a finales de la última década del pasado siglo la crisis económica postergó los nuevos sueños de muchos cineastas, en esta etapa descollaron creadores que dejaron una huella invaluable como Eliseo Subiela, Adolfo Aristarain y Héctor Olivera.
Convertidos también en productores dependientes del subsidio oficial o de la coproducción extranjera, trajeron nuevos vientos en una ola que se denominó ‘nuevo cine argentino’, un repunte donde esta nación se lució en el mundo entero.
Grandes como Aristarain, Subiela, Marcelo Pyñero, Victor Laplace, Pino Solanas, Alberto Lecchi, Tristán Bauer, Damián Szifron, Juan José Campanella, Daniel Burman, Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Lisandro Alonso y Fabián Bielinsky enaltecieron y revelaron otra manera de hacer cine argentino y latinoamericano.
Creador de títulos estrenados en el 2000 como Operación Fangio y Nueces para el Amor, describe Lecchi a Prensa Latina que el cine argentino ha tenido épocas buenas y gloriosas, pero si de escoger se trata, se queda con la de los años 60 a los 80, con una gama de directores que expresaban muy bien cuanto sucedía en el país.
Narraban historias desde las más políticas hasta las más románticas, hablo de Pino Solanas, de Leonardo Favio, de Subiela y tantos otros, dice.
Del trabajo actoral abundan nombres y el número es interminable. De una manera bestial a la hora de interpretar marcaron pautas en las últimas tres décadas Federico Luppi, Héctor Alterio, Hugo Arana y Ulises Dumont pasando por Ricardo Darín, Gastón Pauls, Darío Grandinetti, Rodrigo de la Serna y Leonardo Sbaraglia, entre otros.
De Norma Leandro, Susú Pecoraro, China Zorrilla y Rita Cortese a Cecilia Roth, Mercedes Morán, Martina Gusmán, Dolores Fonzi, Natalia Oreiro y Luisana Lopilato, la impronta de esos tantos rostros irradia de una escuela de actuación en la que beben hoy las nuevas generaciones.
DERECHO DE AUTOR, GUIÓN Y ROL DE LA MUJER
Hasta 2004 fue ignorado el lugar del director como autor de la película, precisa a Prensa Latina Julio Raffo, tras resaltar cómo en esa fecha se le dio el rango de coautor al realizador, lo cual fue un gran avance, subraya.
Raffo explica que cinco años más tarde hubo otro gran paso con un decreto gubernamental que reconoció a la DAC (Asociación General de Directores Autores Cinematográficos y Audiovisuales), nacida en 1958, el derecho de los directores de recaudar las regalías cuando su obra se pase en televisión o públicamente.
Gracias a esto, muchos consiguieron recursos. Esta normativa se encuentra dentro del Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas, que deja libre a cada Estado regular algunos aspectos del derecho, enfatiza.
Para el realizador y productor, hablar de cine argentino es adentrarse a las raíces también latinoamericanas con realizadores como Tomás Gutiérrez Alea (Cuba) o Glauber Rocha (Brasil) o de ese grande de este país como Fernando Birri, protagonista de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños.
‘Hay una unidad de destino y naturaleza entre el cine argentino y latinoamericano. Un punto señuelo es el festival de cine de La Habana, que nos representa a todos’, resalta.
Como en toda Sudamérica, lacerada por las dictaduras, este tema, como los problemas sociales de los sectores postergados, han sido recurrentes en las películas argentinas, pero también otro asunto marca transversalmente la historia de este país, el conflicto de Islas Malvinas, territorio usurpado por el Reino Unido en 1833, refiere.
De las muchas cintas que aluden al tema, una irrumpió con singular fuerza, Iluminados por el fuego (2005), de Tristán Bauer, basado en un guión del escritor y periodista Edgardo Esteban, quien recuerda a Prensa Latina que la cinta tuvo el objetivo de reivindicar a los soldados argentinos luchando contra el imperialismo británico.
El guión y la dirección tienen importantes figuras masculinas en el cine argentino, pero también mujeres con un papel primordial como la gran realizadora Maria Luisa Bemberg (Camila, 1984) en la emancipación y reivindicación de ellas, o Aída Bortnik y Lita Stantic, pasando también por Sandra Gugliotta, Anahí Berneri y la popular Lucrecia Martel.
DEL ODEÓN A LA ACTUALIDAD
De aquella historia que comenzó en el Odeón, el cine argentino se reinventa y llena de gloria más allá de las fronteras, con figuras descollantes en Hollywood, en diversos géneros. Solo por citar, asoma el gran músico Gustavo Santaolalla (Premios Oscar a mejor banda sonora en 2006 por Babel y en 2007 por Brokeback Mountain).
Entre las más de 20 oportunidades que la Academia de Hollywood ha nominado a un creador argentino, en diversas categorías, resalta la estatuilla honoraria al compositor Lalo Schifrin en 2018 por su exitosa trayectoria profesional o el doble Oscar de Pablo Helman por sus efectos especiales en Stars Wars: Episodio II Ataques de los clones (2003) y La guerra de los mundos (2006).
Hoy, con una Covid-19 al acecho que paraliza este arte, y la llegada de nuevas plataformas como Netflix y Amazon Prime, la situación es muy diferente.
‘El cine argentino se encuentra paralizado, no solo por la pandemia sino mucho antes porque si bien siempre ha habido producciones, hoy no hay manera de mostrar lo que hacemos, está paralizada la exhibición’, expresa Alberto Lecchi a Prensa Latina.
Para el creador de Perdido por perdido (1993) y El juego de Arcibel (2003), Argentina es un país con unos 20 mil jóvenes que estudian cine, por lo cual siempre hay nuevos realizadores pero carecen de herramientas para exhibir sus proyectos. Algunos prueban suerte con series en plataformas que se manejan como las multisalas, buscando producciones de entretenimiento.
El cine de autor dejó de existir, remarca el destacado realizador, quien lo considera un fenómeno a nivel regional. ‘No creo que nada cambie después de la pandemia, al contrario, lo que hizo fue agilizar algo que ya se veía venir y es que cada vez haya menos salas para ver buen cine y más salas para comer pochoclos (rositas de maíz)’.
Considerado uno de los actores más prestigiosos de su generación, Gastón Pauls manifiesta a Prensa Latina, por su parte, que las nuevas generaciones de artistas no solo de Argentina, sino de toda la patria grande, hoy traen mucha energía renovadora, pureza y empuje.

y deseamos
Con 26 años de trabajo y más de 70 películas en su haber, el protagonista de Ojos que no ven (1999) y Nueve Reinas (2000), entre muchas otras, afirma que el cine es compartir, algo que se regala y recibe, y se renueva todo el tiempo.
En Argentina los últimos años fueron muy duros para producir. Aun así, siempre se encuentran caminos alternativos. El cine de nuestro país, apunta, es uno de los pilares a nivel regional por su capacidad de producción y nivel, como también lo son el chileno, brasileño, cubano, mexicano o colombiano.
Pauls cree que esta pandemia llega en un momento productivo pero lleno de incertidumbre y por ello habrá que buscar fórmulas alternas para ‘poder mostrar lo que sentimos, creemos, soñamos y deseamos’.
Rostro por excelencia del celuloide argentino, la actriz Rita Cortese destaca a Prensa Latina que, al igual que la su país, la presencia del cine latinoamericano es muy fuerte y considera que continuará demostrando una pujanza enorme en los años por venir.
Con un patrimonio fílmico envidiable Argentina, pese a las adversidades, sigue abriendo fronteras en este arte con el reto en su propia tierra de desplazar a esos grandes monopolios de la producción hollywoodense que copan la taquilla. Se reinventa adaptándose a los nuevos tiempos, con rostros noveles y otros que siguen haciendo historia.
Tomado de Prensa Latina
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