Por Orfilio Peláez
Junto a la titánica labor política desarrollada a lo largo de su fructífera vida para lograr la independencia de Cuba, nuestro Héroe Nacional José Martí dejó una vasta obra literaria y periodística, en la cual la ciencia tuvo una presencia relevante.
Tiene tan solo 22 años de edad cuando el 2 de julio de 1875 publica en la Revista Universal, en México, el que al parecer fue su primer artículo vinculado a la temática.
En uno de los párrafos del escrito señala: «El examen geológico de América resolverá una cuestión previa que a los que se dedican a estos conocimientos preocupa con justicia: ¿Apareció en las distintas comarcas de la tierra el género humano a un tiempo mismo? ¿La edad de piedra existía en Luisiana a tiempo que existía en Europa la perfeccionada sociedad actual?, siendo unos mismos los hombres, ¿marchan en tierras distintas por distintas leyes?
«Utilísimas cosas sabría la ciencia si a ella se dedicase la perspicaz inteligencia americana».
Semanas después, en el boletín de esa propia publicación, Martí describe una de las sesiones de la Sociedad de Historia Natural de México y manifiesta su preocupación por la indiferencia con que en la prensa se miran los adelantos científicos.
«Apenas si alguna vez hallan cabida en las columnas de los periódicos, las solemnes palabras de la ciencia, madre amorosa que descompone, elabora, estudia, crea en pro de tantos hijos que la desconocen, la desdeñan, la olvidan».
Pero es desde las páginas de la revista La América (comenzó a salir en Nueva York en abril de 1882) que se desempeñará como un notable divulgador de los avances de la ciencia y la tecnología de finales del siglo xix, en particular desde que asume en los primeros meses de 1883 la dirección del referido medio.
Incluso, hay números en los que todos los trabajos son redactados de manera completa por José Martí, asumiendo también el diseño de llamativas ilustraciones, que hoy asombran a quienes consultan la publicación.
Escribe allí numerosos artículos para difundir los más recientes descubrimientos e invenciones tecnológicas. Resaltan, entre ellos, los titulados Escuela de Mecánica, Escuela de Electricidad, Abonos animales, Pasteur sobre la rabia, Telescopios astronómicos, Una máquina de vapor moderna, Últimas maravillas de la electricidad y Formación geológica de Cuba.
Reseña, de igual modo, exposiciones internacionales, que mostraban los últimos adelantos en disímiles esferas del conocimiento, además de comentar la aparición de libros científicos.
Tal es el caso del denominado Las leyes de la herencia, del profesor W. K. Brooks. Sobre el texto, Martí dice en su artículo, aparecido en enero de 1884, que tiene el mérito de exponer claramente y de forma amena todo lo que se ha averiguado y teorizado sobre la producción y composición de la vida.
Fue ese el trabajo en el que enuncia una de sus frases célebres: «Poner la ciencia en lengua diaria: he ahí un gran bien que pocos hacen».
INSACIABLE LECTOR DE PUBLICACIONES CIENTÍFICAS
Durante su estancia de 15 años en Estados Unidos, el Apóstol de la independencia de Cuba fue testigo de la acelerada revolución técnica e industrial que tenía lugar en ese país, lo cual contribuyó, en gran medida, al afianzamiento de la notable cultura integral que ya poseía.
Como plantea el desaparecido doctor Pedro Marino Pruna, en su obra Historia de la Ciencia y la Tecnología en Cuba, a lo largo de los tres lustros que vivió en la nación norteña, Martí consultó revistas especializadas de prestigio, entre ellas Scientific American, estudió catálogos de exposiciones tecnológicas y sacaba tiempo para leer lo más reciente de la bibliografía médica de entonces.
No faltó en sus artículos la valoración de los impactos de los adelantos tecnológicos en la sociedad. Así lo hace, por ejemplo, cuando habla de cómo la revolución operada en la electricidad contribuyó a la generalización del alumbrado público y a la difusión del teléfono.
Indagó en la teoría evolucionista de Darwin y después de la muerte del renombrado científico, escribió un texto elogiándola, si bien la consideraba incompleta por no explicar la complejidad del ser humano mismo.
Persuadido de la importancia de incentivar en los niños y jóvenes el interés por la ciencia, al fundar en 1889 la revista La Edad de Oro, el Héroe Nacional de Cuba expresa en la introducción del primer número:
«Para eso se publica La Edad de Oro, para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes y se vive hoy en América y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color».
Y añadía: «Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que las otras y les diremos lo que se sabe del cielo y de lo hondo del mar y de la tierra».
En sus trabajos tampoco estuvo ausente el tema salud y más de una vez señaló que la mejor manera de luchar contra las enfermedades radicaba en evitarlas. La mejor Medicina para Martí era la que precave.
Hizo, de igual modo, atinadas reflexiones acerca de la actitud del hombre ante los desastres naturales y subrayó la necesidad que para los pueblos latinoamericanos tenía el desarrollo de la agricultura.
Su defensa de la diversificación agrícola la plasmó en la siguiente expresión: «Tierra, cuanto haya debe cultivarse y con varios cultivos, jamás con uno solo».
Quizá el concepto más cabal de lo que significa la ciencia para José Martí lo esboza en carta fechada el 9 de abril de 1895 dirigida a la niña María Mantilla: «Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales, exagerados, y dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o sentimientos sin fuerza ni honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad. Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia».
No es extraño entonces que al desembarcar en Cuba para librar la guerra necesaria contra el colonialismo español, varios textos de corte científico formen parte del equipaje que carga en su mochila.
Avezado cronista de los acontecimientos tecnológicos más notables de la etapa histórica en la cual vivió, Martí comprendió con suma claridad, y así lo supo enunciar, que no puede haber cultura desligada de las ciencias.
Tomado de Granma
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