Por Frank Josué Solar Cabrale
El debate acerca de nuestra historia, en especial la del periodo insurreccional y de los primeros años posteriores al triunfo revolucionario de 1959, constituye, y lo será cada vez con más fuerza en el futuro inmediato, uno de los campos de batalla política fundamentales en la defensa de la Revolución Cubana. Enfrentar con éxito la guerra de pensamiento que se nos hace, requiere que nos apoderemos de la totalidad de esa historia, de sus maravillas y sus angustias, de sus grandezas, hazañas y enormes aciertos; pero también de sus tensiones, conflictos y dificultades. Conocerla al detalle, sin silencios, olvidos ni espacios vacíos, susceptibles siempre de interpretaciones interesadas y malintencionadas, permitirá extraer lecciones valiosas para encarar nuestro presente. Es decir, siempre nos será más útil su estudio en toda su complejidad y diversidad de matices que su simplificación.
Un segmento esencial de esa reconstrucción histórica es la participación del Directorio Revolucionario en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista y en las tareas del nuevo poder. La organización, proclamada públicamente un día como hoy hace 65 años, devino una de las fuerzas político-militares más importantes de todo el proceso revolucionario, con presencia en varias regiones del país y aportes significativos a la victoria del 1ro. de enero de 1959, que incluyen una impresionante cronología de acciones combativas y una nutrida lista de mártires.
La solidez alcanzada en la dirección de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de la Universidad de La Habana por el grupo de jóvenes revolucionarios encabezados por el estudiante de Arquitectura José Antonio Echeverría Bianchi, tras ganar las elecciones del 19 de abril de 1955, facilitó la consumación de un proyecto pensado por muchos en el Alma Mater desde el mismo golpe de Estado del 10 de marzo de 1952: la creación de un organismo insurreccional, que brindara cauce a la rebeldía de los estudiantes. En sucesivas reuniones, durante el segundo semestre de 1955, fue adoptando sus primeros perfiles.
En un contexto de creciente autoridad del movimiento estudiantil revolucionario, convertido en un poderoso instrumento de movilización popular, la FEU decidió anunciar la creación del Directorio Revolucionario el 24 de febrero de 1956, en ocasión de la conmemoración del aniversario 61 del reinicio de las guerras de independencia de Cuba. Lo que hasta ese momento había existido como un núcleo clandestino, compuesto fundamentalmente por estudiantes radicales, fue proclamado, entonces, como un organismo unitario amplio, donde se pretendía que estuvieran representadas todas las fuerzas insurreccionales y se coordinaran sus diversas tácticas, junto a los métodos de lucha de otros sectores (obreros, estudiantes, profesionales, instituciones cívicas), en una estrategia común revolucionaria.
El programa político del Directorio, cercano al del Movimiento 26 de Julio, expresaba la necesidad de que la Revolución trascendiera la caída de Batista y llevara adelante un programa de transformaciones radicales de las estructuras del país, que beneficiaran a las capas más humildes, y que garantizaran independencia económica, libertad política y justicia social. Otras coincidencias políticas y programáticas en asuntos fundamentales entre ambas organizaciones, tales como fijar en el año 1956 el plazo para la definitiva liberación de Cuba, posibilitaron meses más tarde la firma del documento unitario conocido como la Carta de México.
Aquellos jóvenes, que en su mayoría apenas frisaban las dos décadas de existencia, hallaron siempre en la historia algunos de los resortes principales, que sostenían la decisión de dar la vida por la libertad de su Patria. Se consideraban continuadores y herederos de las generaciones anteriores, y se sentían con la responsabilidad histórica de estar a la altura de su legado. «En nombre de ese glorioso pasado hablamos para el porvenir», decía José Antonio en septiembre de 1955, y ratificaba que continuar la lucha junto al pueblo constituía un compromiso solemne al que nunca faltarían los revolucionarios.
A la distancia de 65 años del alumbramiento de una organización nacida para hacer la Revolución, la fuerza del ejemplo de vida de sus combatientes nos impulsa a asumir como profesión de fe la lealtad a su eterna promesa: «¡Seremos libres o caeremos uno a uno con el pecho constelado a balazos!».
Tomado de Granma
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