
Por Miguen Cruz Suárez
La pregunta del título no es una interrogante retórica o un encabezado pomposo, es una inquietud personal que me invade, ante las distintas muestras de punzantes ataques contra la Revolución en las redes sociales. Detractores siempre ha tenido el proceso revolucionario, algunos desde posiciones más o menos sinceras y otros – la mayoría – con evidentes intereses económicos o aspiraciones de poder. Disentir es válido, siempre que el disenso no esté acompañado de oportunismos o ataques desleales.
Cuba, este archipiélago que habitamos, no es lamentablemente un país que viva condiciones normales, hace mucho que Cintio Vitier nos definió como un parlamento en una trinchera y ahora más que nunca se exacerban situaciones de una complejidad indiscutible: la pesada y terrible carga del bloqueo, llevado hasta límites genocidas (negado por algunos muy convenientemente); la pandemia, con su nefasto escenario nacional e internacional y un bien financiado plan, para quebrar la tranquilidad social que tanto nos distingue.
Frente a todas esas adversidades está la Revolución resistiendo y dentro de ella, miles de hombres y mujeres enfrascados en hacer las cosas lo mejor posible, tratando de sostener un país que debe decidir cada día dónde poner los pocos recursos de que se disponen, haciendo verdadera magia; para, con tan menguadas reservas, fabricar vacunas, comprar alimentos, generar electricidad, sostener gastos sociales y no dejar a nadie desamparado.
Cuando se trabaja bajo tanta presión, la probabilidad de cometer errores es mayor, al fin y al cabo, se trata de una obra humana. No es leal aprovechar tan desfavorables circunstancias para lanzar un ataque a fondo, sobre todo a sabiendas de que las mismas manos que nos ahogan, aplaudirán cualquier gesto de esa naturaleza, premio dorado en su macabro plan de aplastarnos de una vez por todas.
Son tiempos donde la unidad es el único antídoto para salir adelante, poco podemos esperar de nadie que no sea la Revolución, magras son las opciones fuera de ella, son tan pocas las alternativas de un hipotético escenario post revolucionario, que los fervientes detractores del actual sistema cubano dejan volar las tiñosas pero de las jaulas mínimos indicios.
Baste el más pequeño desliz o la más ligera imprecisión política, para que salten con prontitud las voces de condena, la beligerancia contra las instituciones o los dirigentes; sin embargo, viene el silencio o la tibieza cuando se trata de condenar a mercenarios o se presentan argumentos irrebatibles que señalan hacía un enemigo histórico, ante quien, no se tienen entonces tan enérgicas reacciones.
Nuestro gobierno a todos los niveles, compuesto por personas mayoritariamente humildes, dispuestos a trabajar sin descanso, precisa el respaldo y la confianza colectiva, darle la espalda o ver solo los defectos; pretender una perfección o un total acierto, que tampoco tienen los que le critican sin piedad, no es un ejercicio valiente ni oportuno.
Tomado del muro de Facebook del autor
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