
Por Raúl Alejandro Palmero Fernández.
No se puede ser anexionista y pretender patriotismo al mismo tiempo.
Mucho menos adjuntarse frases martianas y servir directa o indirectamente a intereses hegemónicos imperiales. Son contradicciones antagónicas, y una ofensa imperdonable al Héroe Nacional, el primer cubano que dijo “mi honda es la de David” y escribió en sus últimas reflexiones que todo caso cuánto había hecho hasta entonces, y haría, era para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”
¿Que Martí no era comunista? Es verdad. Como también lo es que a pesar de sus diferentes concepciones, motivadas por el contexto histórico en que vivió, no le faltaron elogios para Karl Marx y los procesos socialistas impulsados por el movimiento obrero: “Se puso al lado de los pobres”, “merece honor”…..; y he aquí una divergencia en los métodos y en los fines más específicos, no así en las aspiraciones: diferencias no antagónicas.
Jamás, sin embargo, se encontrará en toda su obra, una sola frase de halago al imperialismo o a los anexionistas.
Da igual si usted se considera lacayo del imperialismo o no, si cobra o lo hace de gratis, si lo plantea expresamente o lo encubre detrás de leguleyos con términos como “libertad ( vacía) de expresión”, “democracia ( ¿de quién?)”, derechos ( ¿en perjuicio de quiénes?) etc. Si su propuesta-programa, contribuye o facilita la intención histórica norteamericana, juega en el equipo de pelota anexionista.
Muy pocas intentonas anexionistas desde el siglo XIX a la actualidad se han declarado como tal. La Constitución de Narciso López, en su articulado expreso, su letra, era tan independentista como la de Guáimaro; sin embargo, nadie con meros conocimientos de Historia dudaría hoy su carácter anexionista.
Costó más de quinientos años lograr la soberanía de nuestro país, a sangre y fuego de miles de cubanos, para caer en la repetitiva trampa de regalar lo alcanzado, creyendo discursos obsoletos que encuentran millones de réplicas en la historia reciente del oportunismo latinoamericano.
Lo anterior no niega que existan inconformes, incluso opositores que creen en lo que dicen; ya dijo la CIA que la mejor propaganda es aquella que hagan lo que ellos quieren por razones que les parezcan propias; y gente realmente afectada o molesta por las carencias, afectaciones y contradicciones del día a día; pero el ejercicio de la oposición nunca puede implicar la supervivencia de la esencia patria, de la cubanidad en sí misma.
Resulta un hecho irrefutable, que sin el apoyo norteamericano, ninguno de estos pequeños grupos pudiera apenas sostenerse.
¿Que han sido insuficientes los espacios para impulsar la diversidad de criterios? En parte se debe a nuestros propios límites y falta de creatividad, pero en mayor medida a que se han capitalizado, influenciado, financiado e instrumentalizado muchas de esas líneas de pensamiento desde el norte, con objetivos finales muy distintos al que expresan públicamente.
¿Regalar la Revolución? ¿por teorías y modos de entender la lógica y el sentido común, inventadas y recreadas por los mismos opresores que nos quieren joder? ¡Qué ingenuidad!
Impresiona la preclaridad de Cintio Vitier en una posición similar:
“(…) hay que preservar el derecho a la diversidad, pero antes hay que defender el derecho a la supervivencia como nación independiente. Un país asediado hasta extremos inauditos no puede darse el lujo idílico, como no se lo dieron los Estados Unidos durante más de cincuenta años sin partidos después de independizarse, ni mucho menos cuando se vieron ante la amenaza nazi y apretaron fila con la Unión Soviética. Tampoco en el Partido Revolucionario Cubano de José Martí pudieron entrar ni dialogar los anexionistas.”
( Ser fieles a Cristo es serlo a los pobres de la tierra. Observaciones al mensaje de los obispos cubanos 1993)
La primera Revolución latinoamericana, en Haití, aún paga las consecuencias. La oligarquía internacional nunca le ha perdonado la osadía.
El primer proceso auténticamente revolucionario que alcanzó el poder en Nuestra América por vías electorales, con Salvador Allende al frente, duró apenas un suspiro. La Democracia Burguesa es para los burgueses, y el espejismo se rompió con el asesinato del propio presidente y posterior tortura y muerte de quienes le apoyaron.
Ni hablar de Puerto Rico, con una enseñanza pública que amenaza con desparecer; el silencio de la Historia patria dentro de los planes de estudio; y el aprendizaje del “Inglés” para todos. Una tierra hermana sin voz ni voto en el sistema internacional, despreciada por su propia colonia, y con una cultura invadida por símbolos yanquis”, sin grandes logros sociales o económicos que exponer.
Junto a la fauna que recibe apoyo de la embajada norteamericana, se planta supuestamente al borde del camino, una “izquierda” minoritaria, infantil, hiper teórica, que esgrime argumentos, a su entender renovadores y contrahegemónicos, pero que en la práctica termina materializàndose como una simple punta de lanza para la instrumentación del “plan Obama”: enfrentar parte de la izquierda ( la más débil en principios) al proyecto símbolo de la izquierda en la región: La Revolución Cubana.
Esa izquierda en su cuento de hadas, hace alianza con liberales declarados, finge olvidar la lucha de clases, le aterra mencionar la palabra “imperialismo”, y se ha olvidado incluso del Che. Pareciera que esa facción necesita, para alcanzar su realización personal romántica, encontrarse en el eterno coma político de ser oposición al poder. Esa supuesta izquierda, y sus tenaces escribidores, también sirven, les guste o no, al proyecto anexionista.
El anexionismo se ha posicionado como una de las tendencias políticas históricas en Cuba. Durante más de 60 años demostró su ineficacia absoluta en un país que llegó a tener chozas con deambulantes en la misma vía Blanca del mar habanero, durante su etapa neocolonial. Tendencia con mayor o menor auge, en dependencia del emperador de turno.
El triunfo de la Revolución llevó al grupo de sus seguidores a ser considerados una especie en peligro de extinción. Especie que hoy amenaza con sacar la cabeza del lodo el próximo mes de noviembre, pero eso está por verse.
El debate político y la resistencia deben seguir siendo bandera. El poder desde el poder por sí solo desgasta y suma el reto de reinventarse- reproducirse con innovación revolucionaria. Solo el desarrollo económico, industrial y agrario, podrán darnos la holgura que la justicia del proyecto merece.
Es 10 de Octubre, fecha de patriotas y hombres dignos. Hace 153 años inició la Revolución mambisa que triunfó rebelde en 1959, y que requiere revitalizarse en el siglo XXI.
El anexionismo podrá ser una tendencia política histórica, pero no debe regenerarse jamás como proyecto político. ¡Basta de ingenuidad¡. No nos jugamos la Constitución de 2019 por la del 40, sino la Revolución misma, que empezó con Céspedes, y la supervivencia de la nación Cubana.
Tomado de Bufa Subversiva
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