
Por DelfÃn Arias Vargas
Decenas de miles de personas marcharon el 12 de octubre por las calles de las principales capitales departamentales y provinciales de la Bolivia Plurinacional, respaldaron al gobierno constitucional, desagraviaron a la wiphala y revalidaron la defensa de la democracia.
Igualmente exigieron el respeto a la soberanÃa y la autodeterminación de los pueblos, y condenaron el colonialismo externo e interno.
En una fecha marcada con sangre indÃgena, en las marejadas humanas que recorrieron las calles de La Paz, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz y otras urbes bolivianas, ondearon miles de wiphalas en señal de reivindicación de derechos históricamente conculcados y en memoria de las vÃctimas de la lucha anticolonialista.
Es que el desembarco del 12 de octubre hace 529 años de Cristóbal Colón en la isla de Guanahani, no sólo fue el inicio de la invasión europea a nuestro continente, sino que dejó a su paso muerte, desolación, el saqueo de los recursos y riquezas naturales.
Los pueblos originarios fueron esclavizados, torturados, despojados de su tierra, de su cultura y evangelizados.
Poco si fuera poco, el colonialismo europeo -en nombre de la ‘civilización’- es responsable del genocidio más grande que conozca la historia de la humanidad.
Según el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, cuando arribaron los ‘conquistadores’ al Abya Yala en 1492, el continente tenÃa alrededor de 70 millones de habitantes; un siglo y medio después solo quedaban unos tres millones y medio.
En este contexto histórico, la wiphala -bandera multicolor ajedrezada- que representa la cosmogonÃa de los pueblos del Tahuantinsuyo y que fue vilipendiada por la oligarquÃa racista asentada particularmente en el oriente boliviano, resultó asumida como emblema de la lucha anticolonialista y antimperialista de la Bolivia Plurinacional.
GRAN PARTICIPACIÓN CIUDADANA
La gran participación ciudadana para desagraviar a la wiphala, constitucionalizada como sÃmbolo patrio, evidenció el fracaso del paro ‘cÃvico’ que bajo el argumento de ‘defender la democracia’ contra ‘la dictadura’ del presidente Luis Arce -electo con el 55,11 por ciento de votos hace menos de un año-, intentó paralizar el paÃs el 11 de octubre.
La objeción oligárquica a la contundencia de las movilizaciones populares en el ‘DÃa de la Descolonización’ desnudó su racismo xenófobo en estado puro.
Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz y lÃder del golpe de Estado que en noviembre de 2019 derrocó a Evo Morales, calificó como una ‘provocación’ el ‘wiphalazo’ en Santa Cruz, epicentro de la oposición polÃtica más recalcitrante al proceso de cambio.
‘Un trapo (la wiphala) no hace nada, no nos representa. A nosotros lo que nos representa es nuestra fortaleza, nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra constancia, nuestra fe en Dios y el poder buscar unidad para Bolivia’, aseguró, por su parte, el dirigente ‘cÃvico’ Rómulo Calvo.
‘Es una falta de respeto, gente malagradecida (del interior del paÃs) que viene a esta tierra buscando mejores dÃas’, dijo y los culpó de alentar acciones ‘en contra de los cruceños, en contra de la tierra que les da de comer’.
Las declaraciones de Calvo están orientadas a polarizar el escenario polÃtico entre una mayorÃa que apoya el proceso de cambio y edifica el Estado Plurinacional, y una minorÃa que intenta restablecer la vieja Bolivia colonial, excluyente y segregacionista.
No obstante que transcurrieron 529 años del inicio de la invasión europea al Abya Yala, sus consecuencias todavÃa hoy son fuente de un inagotable debate polÃtico, que se vive con más intensidad en la Bolivia Plurinacional.
En su territorio perviven 36 pueblos originarios y el Censo de Población y Vivienda de 2001 reveló que el 62.2 por ciento de sus habitantes asumió ser indÃgena.
Es decir, si de 11 millones 800 mil habitantes (proyección del INE al 2021), siete millones 399 mil son indÃgenas, en estricto rigor a la verdad el rostro de Bolivia es indÃgena, pese a quien le pese.
Ante la eclosión de su crisis terminal en 2003, el neoliberalismo oligárquico optó retener el poder por la fuerza y no por los mecanismos de la democracia. La represión militar-policial masacró a más de un centenar de personas en febrero y octubre de ese año, y dejó un número indeterminado de heridos de bala.
El entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada dimitió y escapó a Estados Unidos, donde goza de impunidad; su vicepresidente, Carlos Mesa, quien lo reemplazó en el cargo, traicionó al pueblo y antes que nacionalizar los hidrocarburos y llamar a una Asamblea Constituyente, prefirió renunciar a la Presidencia.
Esa derrota polÃtica de la oligarquÃa racista y ultracatólica, y de sus operadores polÃticos, permitió la irrupción del movimiento indÃgena y popular en el escenario polÃtico, y una oportunidad histórica de poder gobernarse a sà mismos.
ESTADO PLURINACIONAL, INTERCULTURAL, INCLUSIVO
Por eso, a la oligarquÃa boliviana aún le saca roncha el hecho de que con Evo Morales como candidato, el movimiento indÃgena y popular ganara las elecciones de diciembre de 2005 y con un histórico 54 por ciento de votos abriera las puertas de Palacio Quemado a las y los bolivianos secularmente marginados por el colonialismo interno.
Morales reconfiguró la Bolivia colonialista en un Estado Plurinacional, intercultural, inclusivo, independiente y sin tutelajes de ninguna naturaleza. Un Estado que recuperó el control de sus recursos naturales e inició su industrialización.
La oligarquÃa boliviana siempre asoció al indio, al pobre, a la condición de ‘gente corriente’, sirviente, ignorante, sucio, flojo…, por lo tanto, social, cultural y racialmente inferior. Evo Morales era ‘gente corriente’ que toleraban, pero no lo aceptaban como presidente.
Los golpistas añoran el retorno de la Bolivia ‘colonialista y racista’ que nació el 6 de agosto de 1825, en la que los pueblos originarios continuaron siendo excluidos, explotados y segregados como en el imperio colonialista español.
La independencia de hace 196 años fue un mero cambio de patrón. Una nueva casta gobernante, criolla y oligárquica, no sólo ocupó los espacios de poder que dejaron los ‘conquistadores’, sino que heredó sus privilegios, prejuicios sociales y racismo.
La respuesta anticolonialista del movimiento indÃgena y popular fue la plurinacionalidad y la interculturalidad, asumida como práctica alternativa de emancipación contra las estructuras de dominación colonial desde la sociedad, como experiencia para romper con la herencia colonial adquirida.
Es decir, romper con el legado que dejaron los ‘conquistadores’ europeos: repúblicas ‘independientes’ que instituyeron el colonialismo interno como organización polÃtica, segmentadas en clases dominantes y dominadas, superiores e inferiores, generando lo que el pensador boliviano Zavaleta Mercado llamó un ‘Estado aparente’.
Ya lo dijo la lingüista Verónica Tejerina Vargas, si bien ‘el Estado debe ejercer el papel de representar el yo colectivo, de generar un sentimiento de pertenencia articulando diversidad y creando una relación social orgánica óptima, esta realidad no ha sido posible por las bases coloniales instauradas’.
Entonces, quienes ostentan un gran poder económico, oligarcas atrapados en los dilemas de su presunta blancura, festejaron el arribo de Colón como el ‘DÃa de la Hispanidad’ y la ‘civilización’ de los pueblos originarios de nuestro continente.
No obstante, los negacionistas del genocidio de indÃgenas, olvidan que mayas, aztecas e incas -por ejemplo- habÃan erigido culturas muy avanzadas mucho antes de la invasión europea, lo que demuele la teorÃa de la pretendida ‘civilización’.
Por todo ello, la conmemoración del arribo europeo a tierras ‘americanas’ fortaleció el 12 de octubre la lucha anticolonialista en la Bolivia Plurinacional y tuvo como emblema de unidad a la wiphala que, en el DÃa de la Descolonización, ondeó en manos de su pueblo.
Tomado de Prensa Latina
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