Con solo 26 años, la tiranía apagó la vida de quien fue calificado por Fidel durante el juicio del Moncada como «el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes»
Por Ángel Freddy Pérez Cabrera

La identidad de pensamiento entre Fidel y Abel Santamaría constituye un ejemplo para las actuales y futuras generaciones de cubanos. Foto: Archivo
EL ALMA DEL MOVIMIENTO
A partir de las cinco de la tarde del 25 de julio de 1953 comenzaron a llegar a Santiago de Cuba los futuros combatientes que asaltarían el cuartel Moncada, siendo recibidos por Fidel y Abel Santamaría en una casa del centro urbano de la ciudad, desde donde partirían hacia la Granjita Siboney.
A las diez en punto llegó Fidel Castro a la granja, disponiéndose al instante para hablarle a la bisoña tropa, a la que dijo, entre otras cosas: «Si vencen mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí; si ocurriera lo contrario el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, y de ese propio pueblo saldrán otros jóvenes dispuestos a morir por Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante».
Abel Santamaría también arengó a los combatientes: «…es necesario que todos vayamos con fe en el triunfo nuestro mañana, pero si el destino es adverso estamos obligados a ser valientes en la derrota, porque lo que pase allí se sabrá algún día. La historia lo registrará y nuestra disposición de morir por la Patria será imitada por todos los jóvenes de Cuba, nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podemos causarles a nuestros padres y demás seres queridos: ¡Morir por la Patria es vivir!».