
Por Atilio A. Boron
La estrecha victoria de José Antonio Kast (foto) en la primera vuelta de la elección presidencial (apenas unos 150.000 votos de diferencia con Gabriel Boric sobre 7 millones) coloca a Chile país al borde de un siniestro desenlace. Detrás de este Führer de opereta, orgulloso de sus ancestros nazis y admirador confeso de un tirano –y también ladrón- como Augusto Pinochet, hoy se agrupan en tropel los restos en descomposición de la derecha chilena tradicional. Sus pérfidos personeros, anidados en varios partidos, que al principio lo despreciaban y se mofaban de sus ridiculeces ahora lo exaltan como el mesías destinado a salvar a Chile de las garras de los vándalos de la izquierda, o de los alienígenas que la esposa del presidente Sebastián Piñera creyó ver en las grandes jornadas de octubre del 2019.
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