Por René González Barrios
En noviembre de 1998, en medio de lo que pudiéramos llamar una artificial crisis diplomática entre Cuba y México generada por un mal entendido y alimentada por enemigos de nuestros pueblos, durante un acto celebrado en Tuxpan, Veracruz, con motivo de un aniversario de la salida del yate Granma hacia la Isla, hube de explicar a la multitud allí congregada que los lazos históricos entre los pueblos de Cuba y México son sólidos, profundos, indestructibles y que estaban sellados con sangre. La historia –dije entonces–, era demasiado elocuente.
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