Brasil solo está experimentando esta catástrofe humanitaria porque la democracia se ha roto. Se vive en Brasil el peor momento mismo de su historia, porque la articulación entre los medios, los grandes empresarios, los partidos de derecha y el Poder Judicial no respetó la reelección de Dilma Rousseff, reelegida por la voluntad expresada democráticamente por el pueblo brasileño en las elecciones de 2014.
En 1996, el 17 de abril fue un miércoles. Y al atardecer de aquel día una marcha que reunía a más de dos mil personas – jóvenes, mujeres, hombres, niños y ancianos – fue blanco de fusiles y pistolas de la Policía Militar del estado de Pará, en la región amazónica.
Lula, no fue declarado inocente por el juez Fachín, ni tampoco ahora lo ratificó la Segunda Instancia.
Por Lídice Valenzuela
Aunque quedó al desnudo la trama judicial contra el expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva al negarle competencia al Tribunal Federal de Curitiba para juzgarlo y por tanto anular el proceso que lo condenó por corrupción, ello no significa que el popular líder esté exento de ser sometido a los planes de la derecha para repetir un juicio mentiroso y amañado.
Por primera vez desde su prisión, en abril de 2018, Lula da Silva hizo un largo pronunciamiento, casi hora y media, mostrando estar en plena forma: abordó un largo abanico de temas y aspectos de la tragedia vivida en Brasil, con énfasis en algunas iniciativas del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro y, en especial, relacionadas a la pandemia que diezmó a al menos 270 mil vidas y sigue en ascenso, ahora con la media de dos mil muertes diarias.
Hay muchas interpretaciones de lo sucedido en las últimas décadas de la historia política brasileña. Pero casi ninguna toca el mecanismo fundamental, que explica el comportamiento de la derecha brasileña y, al mismo tiempo, la fuerza de la izquierda brasileña.
Ninguno de los tres gobierna hoy en su país. Transformaron Brasil, Bolivia y Ecuador, pero están proscriptos, corridos del escenario electoral por una derecha que los exilió o los encarceló, con una coordinación que ni siquiera es disimulada y responde a intereses internos, pero sobre todo externos. El mejor ejemplo de ello es la inhabilitación en simultáneo, el mismo día y con apenas minutos de diferencia, para Rafael Correa y Evo Morales, quienes se disponían a participar como candidatos a vicepresidente y senador, respectivamente, en elecciones ya viciadas de origen. Un mensaje contundente: mismo día, casi misma hora, los dos afuera de la cancha.
Dañar el poder nacional de Brasil va, por tanto, mucho más allá de frustrar un proyecto de gobierno marcado por ideas de izquierda y progresistas. Foto: Shutterstock.
Por Rafael Hidalgo Fernández
En junio de 2013, unos días después del estallido de las protestas masivas que sorprendieron a muchos en Brasil, incluido el propio gobierno de la época, un amigo me preguntó: “¿cómo ves todo esto?”.
Brasil se ha constituido en un laboratorio mundial para un nuevo tipo de extrema derecha. No se trata sólo de una nueva hegemonía de poder sino de un proyecto de cambio de la sociedad, de una revolución cultural conservadora, donde Jair Bolsonaro representa un proyecto transitorio, con claras tendencias fascistas.
Brasil atraviesa por una crisis política en medio de la pandemia, con la dimisión de autoridades, corrupción y enfrentamientos de poder entre Bolsonaro y las instancias del país. (TeleSUR TV)
El papel de Bolsonaro en este juego de poder pareciera ser el de distractor del modelo final que se quiere imponer desde el juicio político a la expresidenta Dilma Rousseff en 2016. Brasil es hoy el único país del mundo que, en medio de la pandemia, vive una gran crisis política que puede llegar a ser una crisis del régimen político.
La historia de la derecha brasileña es una historia sucesiva de fracasos. Brasil fue liderado, ininterrumpidamente, por la derecha, hasta la crisis de 1929.
Una auxiliar de enfermería indígena cuida a un paciente de una comunidad indígena en los suburbios de Manaos, Brasil, 3 mayo 2020.Ricardo Oliveira / AFP
La iniciativa cuenta con el apoyo la expresidenta Dilma Rousseff, varios exministros, el cantante Sting y el prestigioso fotorreportero Sebastiao Salgado, entre otras personalidades.
Organizaciones indígenas brasileñas han pedido ayuda a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para proteger a los pueblos nativos de la Amazonia frente a los efectos de la pandemia de coronavirus en el marco de las polémicas políticas del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. (más…)