El 25 de noviembre de 2021 se cumplieron cinco años de que Fidel Castro, más que partir físicamente, ascendiera a la dimensión de líder revolucionario inmortal. En estricto rigor histórico, es válido remarcarlo, fue acreedor de esa condición desde mucho antes.
Cinco años después de su muerte, ocurrida el 28 de julio de 1980, el uruguayo Mario Benedetti en su poema Yo estaba en otro borde repetía esta frase: “ayer murió Haydee”. La misma que a él le dijeron, vía telefónica una y otra vez, un lustro antes porque, según el poeta, ni él ni el propio mensajero que le transmitió la funesta noticia, se lo podían creer.
Si con toda la participación que Máximo Gómez tuvo en la contienda independentista cubana de 1895 desde que ella se preparaba, sostuvo que esa era la guerra de Martí, no menos fundado resulta decir otro tanto del periódico Patria. No porque Martí, que ni siquiera se acreditaba como director y por lo general no firmaba sus textos, lo tomara como propiedad personal, sino por el peso decisivo que tuvo en su gestación y en su rumbo, mientras él vivió.
Fragua Martiana. Portada del periódico Patria, N. York, 13 de mayo de 1893, Año III número 162 Foto: Juvenal Balán
Por Pedro Ríoseco
El Apóstol de Cuba, José Martí, creó el periódico Patria en Nueva York el 14 de marzo de 1892, hace 130 años, el cual convirtió en vocero y organizador de la Guerra Necesaria convocada por él, desde poco antes de que naciera el Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de 1892.
En una de sus canciones más icónicas, Jalisco Park, Carlos Varela traza un paralelo entre el derruido parque de su infancia y su vida, entrelazada de forma indisoluble con la historia de Cuba. En una de sus estrofas, dice: «A la montaña rusa la quisieron descarrilar con todas las calumnias de la patria potestad. Y luego a mi amiguito el padre se lo llevó a montar el barquito y nunca regresó».
“Había que escucharlo hablar. (…) Pronunciaba discursos bien profundos; decía cosas interesantes y siempre hablaba de Fidel y Raúl.» (Perfecto Romero / )
Por Narciso Amador Fernández Ramírez
El Che lo calificó como un guerrillero insuperable; el mejor y más brillante de todos los soldados. Mientras Fidel, al referirse al Héroe de Yaguajay, al hombre de la sonrisa franca y sombrero alón, afirmó: “(…) lo único que nosotros podemos pedirle a nuestro pueblo es que cada vez que la patria se encuentre en una situación difícil, que cada vez que la patria se encuentre en un momento de peligro, se acuerde de Camilo”.
Nos acercamos al 28 de enero y hay que hablar de José Martí. Vivió y murió por un proyecto de país, que todavía en su tiempo no existía. Pero millones lo siguieron, y se enamoraron de ese proyecto, porque los grandes proyectos históricos, aunque sean formulados por líderes excepcionales, son viables solamente cuando sintetizan las aspiraciones de muchos seres humanos.
La Caravana pasó por el Malecón rumbo a La Rampa, Calle 23, y el río Almendare hacia su destino final, el campamento de Columbia. Foto: Perfecto Romero.
Por Equipo Editorial Fidel Soldado de las Ideas
“Todos los sonidos de la ciudad se unieron al vocerío de las muchedumbres: las sirenas de los barcos, las campanas de las iglesias, las bocinas de los autos, los silbatos de las fábricas. Se escucharon las salvas de 21 cañonazos disparados por dos fragatas de la Marina de Guerra… La garganta del pueblo enronquecía en un grito: ¡Viva Fidel! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Revolución!”, publicó en aquellos días el periódico El Crisol, acerca del paso de la Caravana de la Libertad por La Habana.
Entrada de Fidel a La Habana el 8 de enero de 1959. Foto: Archivo
Por Elson Concepción Pérez
Aquella mañana del 8 de enero de 1959, cuando la noticia de la llegada de Fidel y sus barbudos a La Habana, recorría el éter y llegaba a través de la radio fundamentalmente, mi familia, en la casa de guano y tablas donde vivíamos en Barajagua, Holguín, expresó alegría infinita por el triunfo revolucionario y, como dijera mi madre, porque así Eloy, mi hermano mayor, regresaría del exilio a donde fue enviado por el Movimiento Revolucionario, luego de su detención por los soldados de la dictadura de Batista, con golpes incluidos, cuando regresaba de una reunión en Santiago de Cuba.