Por Ángel Guerra Cabrera
La nueva ley de inversión extranjera en Cuba no entregará al capital foráneo la propiedad de un centímetro de su suelo o subsuelo ni de sus recursos naturales como acostumbran hacer los gobiernos neoliberales. Sujetará al inversionista a la legislación laboral cubana y protegerá expresamente al trabajador, que recibirá en todos los casos un salario por encima del mínimo. Protegerá al ecosistema: las inversiones deben recibir la luz verde del Ministerio de Ciencia y Tecnología y su agencia reguladora del ambiente, además de que cada una tendrá niveles altos de aprobación; por ahora del Consejo de Estado o el de Ministros.
La norma se propone captar inversión en los sectores y proyectos donde el país está urgido de capitales, mercados externos y trasferencia de tecnología, incluyendo los que impulsan la soberanía alimentaria. Por ello otorga una serie de facilidades y exenciones fiscales ya que busca lograr una asociación mutuamente ventajosa con el inversionista.
Analizar la nueva ley debe partir del hecho de que Cuba es un país verdaderamente independiente y soberano cuyo gobierno ha perseverado contra viento y marea por mantener el rumbo socialista. No es secreto para nadie que practica el antiimperialismo, la solidaridad internacional y rechaza el capitalismo.
La política económica cubana la dicta la voluntad de lograr el bienestar de su población y de no sacrificarla con ajustes como los impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Cuba discrepa de los tratados de libre comercio promovidos por Estados Unidos y, en cambio, estimula y forma parte de agrupaciones como el Alba o Petrocaribe, defensoras de la independencia, la integración solidaria y la complementariedad económica entre los pueblos. (más…)
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