
Por Rafael González Morales
Después de pasados siete meses sin trascender públicamente los supuestos incidentes acústicos, y culminado el proceso de revisión de la política hacia Cuba, Marco Rubio consideró que ya era el momento ideal para presionar con el objetivo de que estos hechos fueran conocidos por todos. Era un cálculo político perverso sustentado en que estos “ataques sónicos”, una vez divulgados, constituirían el pretexto perfecto para lograr un deterioro progresivo de las relaciones entre ambos países que llevaría prácticamente al desmantelamiento de las respectivas embajadas.
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