Por Giusette León García
La mentira, en cualquier momento, es imperdonable, duele, decepciona; pero en una situación como esta, la mentira asquea.
A las seis de la mañana del lunes, cuando yo desperté para llevar a mis hijos a la escuela, supe que mi Habana estaba rota, herida, desgarrada, y supe, poco después, de bomberos que le salvaron hijos a mi Habana, de médicos y enfermeras que les curaron las heridas, mientras ellos mismos sangraban. Vi al unísono las imágenes de la desolación y las de la solidaridad y, entre ellas, me sosegó escuchar al Presidente recordar que nadie quedará desamparado, pero se lo dijo al oído a la gente, en el primer abrazo, en el vórtice de la catástrofe; caminó, observó, evaluó, abrazó… jefe y amigo, cubano y humano, que no riman por gusto. (más…)