Por Roberto Fernández Retamar
Para comprender a Martí, lo primero ha de ser situarlo dentro de la familia que le corresponde verdaderamente. Empecemos por lo negativo. Esa familia no es la de sus aparentes coetáneos de la Europa occidental y los Estados Unidos. “Europa occidental” y “Estados Unidos” se utilizan aquí como equivalentes de “países capitalistas desarrollados” (que a veces llaman así, pero que prefiero considerar “subdesarrollantes”): con tal significado empleará el mismo Martí aquellos términos. Pero en Europa, además de dichos países como Inglaterra, Francia y Alemania, había entonces otros, susceptibles, ellos sí, de ser comparados con países latinoamericanos de la época. Es lo que de hecho hará Lenin, en los apuntes que tomaría mientras preparaba El imperialismo, fase superior del capitalismo[1], cuando al intentar clasificar los países del mundo en aquel momento señala tres grupos: 1) Europa occidental, Estados Unidos y Japón; 2) Europa oriental y su parte asiática, y América del Sur y Central; 3) semicolonias y colonias (O.C., XXXIX, 746).
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